Verónica Rojas: "Es desesperante cuando tu pasión se convierte en una cárcel"

La cantante de San Roque regresa a los escenarios tras años de lucha contra un contrato abusivo y una nueva oportunidad en el concurso 'La bien cantá' de Televisión Española

Verónica Rojas, de San Roque, brilla con un tercer puesto en el concurso de televisión 'La Bien Cantá'

La cantante Verónica Rojas en la Plaza de Armas de San Roque, su ciudad natal.
La cantante Verónica Rojas en la Plaza de Armas de San Roque, su ciudad natal. / Erasmo Fenoy

San Roque/La charla con Verónica Rojas (@veronicarojasoficial) comienza en un rincón donde los aplausos de los grandes escenarios casi parecían un eco lejano. Sentada en una de las salas del Centro de Arte Contemporáneo de su ciudad natal, San Roque, bajo la mirada burlona de las caricaturas de Vázquez Sola que observan con ironía el vaivén de la fama, la artista desentierra recuerdos que todavía duelen.

Su historia recuerda a la copla de La ruiseñora de Rafael de León, pero con un giro contemporáneo: no fue el amor lo que la apartó del escenario, sino un contrato con un cazatalentos de Barcelona, un estafador a la postre, que terminó siendo una jaula dorada. Rojas era una promesa fulgurante de la canción; el país entero había aplaudido su paso por Gente de Primera (TVE) y, más tarde, Se llama copla (Canal Sur), además de algún que otro musical y una gira de conciertos. Pero lo que parecía el comienzo de una carrera meteórica acabó en una callejuela sin salida.

Verónica Rojas vuelve a su pueblo, San Roque, tras su paso por el concurso 'La bien cantá' de TVE.
Verónica Rojas vuelve a su pueblo, San Roque, tras su paso por el concurso 'La bien cantá' de TVE. / Erasmo Fenoy

Un contrato que le robó la voz

"Estuve oculta. Nadie sabía de mí, ni dónde estaba ni qué hacía", dice, rompiendo el silencio de años. Sus palabras llegan como un desahogo, el preámbulo de una verdad que se ha negado a contar hasta ahora. "Todo lo que componía iba para ellos, para Barcelona, pero lo manipulaban, lo guardaban en un cajón y yo no podía hacer nada. Es desesperante cuando tu pasión se convierte en una cárcel", confiesa.

"Estuve oculta. Nadie sabía de mí, ni dónde estaba ni qué hacía"

En la letra de la copla, la Ruiseñora llora un amor perdido; la sanroqueña, en cambio, penaba de desamor con la música. "Llegué a un punto donde vi que habían pasado cuatro años y no encontraba una solución. Era como si me hubieran arrancado la voz", explica. Y así, mientras los focos se apagaban, la cantante que había conquistado corazones se reinventaba lejos de los escenarios, trabajando como profesora en un colegio de La Línea de la Concepción, lejos de lo que mejor sabía hacer: cantar.

Como un relámpago, sus ojos pequeños y vivos brillan al recordar cómo logró romper ese vínculo con el timador catalán. Fue la intervención casual del abogado de Mónica Naranjo lo que logró devolverle la libertad. En un concierto de la intérprete de Sobreviviré, Verónica Rojas tuvo la oportunidad de volver a pisar un escenario. “Canté una de las canciones de Mónica Naranjo al piano. Ella se emocionó y me dijo: ¿Dónde estabas metida? Aquello fue un punto de inflexión, un momento que me devolvió la vida”.

Verónica Rojas, tras su paso por el concurso de televisión 'La bien cantá', ha recuperado la sonrisa.
Verónica Rojas, tras su paso por el concurso de televisión 'La bien cantá', ha recuperado la sonrisa. / Erasmo Fenoy

Una vez que logró acabar con las cadenas invisibles de aquel contrato leonino, Verónica Rojas decidió volar. En noviembre de 2023, la cantante hizo las maletas y dejó atrás el Campo de Gibraltar para empezar de nuevo en Madrid. Pero el cambio no llegó envuelto en facilidades ni en éxitos inmediatos. La capital, con sus luces infinitas y sus sombras insondables, la enfrentó a una realidad que pocos imaginan para una artista.

"Canté una de las canciones de Mónica Naranjo al piano. Ella se emocionó y me dijo: ‘¿Dónde estabas metida?’"

“Terminé trabajando como educadora social con jóvenes migrantes”, confiesa, y en su voz resuena un cansancio que no ha podido borrar del todo. Su labor la llevó a convivir con menores que cargan más peso del que sus edades permiten, adolescentes llegados en pateras, solos, sin familia ni red de apoyo, atrapados en una burocracia que los deshumaniza. “Es durísimo. Tienen 15, 16, 17 años. Algunos iban al instituto en su país, otros trabajaban, otros hacían ambas cosas. Pero aquí, sin documentación, todo se estanca. Se decepcionan y acaban resentidos. En los pisos tutelados tratamos de ayudarlos, pero ellos también tienen sus luchas: adicciones, traumas, soledad y mucha violencia. No saben qué esperar de un país que les ha fallado”.

Esa dureza se materializó en un incidente que Rojas recuerda con una mezcla de incredulidad y resignación. Una semana antes de presentarse al casting de La bien cantá, uno de esos chicos, sin medir las consecuencias, vertió en su botella de agua un producto de limpieza. “Me ingresaron de urgencia. Cuando me hicieron las pruebas, descubrieron que había sido limpiacristales”.

Como si eso no fuera suficiente, pocos días después, el piso donde vivía de alquiler sufrió un derrumbe que la dejó literalmente sin techo y sin pertenencias. “Perdí todo: ropa, recuerdos, pero, sobre todo, mi piano. Fue devastador”.

La sanroqueña Verónica Rojas posa en las escaleras del Centro de Arte Contemporáneo.
La sanroqueña Verónica Rojas posa en las escaleras del Centro de Arte Contemporáneo. / Erasmo Fenoy

La música como tabla de salvación

Y, sin embargo, nada de eso pudo silenciarla. Contra todo pronóstico, Verónica Rojas llegó al casting de Televisión Española con una voz marcada por el esfuerzo, pero viva. “La bien cantá ha sido una tabla de salvación. Me ha devuelto algo que creía perdido: la ilusión. Había una llama casi apagada en mí, y este programa la ha encendido de nuevo. Esto es un veneno, sí, pero bien llevado es también un motor para vivir. Es cierto que la música sana”.

En los pasillos de TVE, y más tarde sobre los escenarios del concurso, la de San Roque ha vuelto a encontrar su lugar. Cada actuación era una reconciliación consigo misma. Al final, su paso por La bien cantá no solo ha marcado el inicio de su regreso profesional, sino también una victoria personal. “He aprendido a protegerme, a poner límites, a cuidar de mi salud mental y a rodearme bien”.

"'La bien cantá' ha sido una tabla de salvación. Me ha devuelto algo que creía perdido: la ilusión"

En la sala, su voz resuena entre las caricaturas. Rojas habla de sus reuniones con figuras emblemáticas de la música: Alejandro Sanz, Pasión Vega, Diana Navarro o Pastora Soler. “Todos me decían lo mismo: ¿Qué te ha pasado? ¿Dónde estabas?”. Pero, a veces, las caídas no son más que el preludio de un vuelo más alto.

Durante estos meses en el plató, la artista ha tenido que dejar temporalmente su empleo como educadora social para poder concursar. “Pedí una excedencia, que no se cobra, y ha sido duro. Pero creo que esta experiencia ha sido la mejor hasta ahora de las que he tenido en televisión. Ha cambiado ese concepto de perfección que siempre ha pesado sobre mí. Soy humana, intento hacer las cosas bien, pero no soy perfecta y no pasa nada por no serlo”.

Aunque sus raíces están en la copla, Verónica Rojas nunca se ha sentido limitada por este género. Su repertorio va mucho más allá, nutrido por influencias que van desde Alicia Keys y Adele hasta Pablo López, Pablo Alborán, Malú, Vanesa Martín o Chavela Vargas. “Siempre me han catalogado como coplera, pero mi estilo está más cerca del pop. Me gusta componer, versionar y encontrar mi propio sonido”.

"Soy humana, intento hacer las cosas bien, pero no soy perfecta, y no pasa nada por no serlo"
Verónica Rojas con una frase de Vázquez de Sola a sus espaldas: "Yo puedo pintar sin lápiz, pero no sin libertad".
Verónica Rojas con una frase de Vázquez de Sola a sus espaldas: "Yo puedo pintar sin lápiz, pero no sin libertad". / Erasmo Fenoy

Aprender a ser versátil

Desde niña, Verónica Rojas no recuerda un momento en el que la música no estuviera presente. Sus padres, desconcertados por su pasión desbordante, no lograban entender de dónde venía aquel fervor, pues en casa, la música era algo casual. A los 12 años, por fin decidieron llevarla a unas clases en San Roque, aunque no eran de formación vocal estricta. Allí, entre coplas y canciones populares, compartía escenario con futuros talentos como Ana Mena, Abraham Mateo o Juan Carlos Arauzo.

El dilema llegó pronto: música o deporte. Sus padres le plantearon la elección y Rojas lo tuvo claro: ingresó en el conservatorio Muñoz Molleda de La Línea, donde se sumergió en un mundo de corcheas y semicorcheas mientras cursaba la carrera de piano. Ocho años de formación clásica que combinaba con concursos y actuaciones locales. "Mis padres siempre detrás, llevándome de un lado a otro", dice, agradecida.

La cantante Verónica Rojas durante la entrevista concedida a 'Europa Sur' en el Centro de Arte Contemporáneo de San Roque.
La cantante Verónica Rojas durante la entrevista concedida a 'Europa Sur' en el Centro de Arte Contemporáneo de San Roque. / Erasmo Fenoy

Tras licenciarse en Magisterio Musical en La Línea, dio un primer salto a Madrid para sumergirse en el mundo de los musicales. Participó en obras que recorrieron España, desde Oliver Twist hasta producciones en Isla Mágica en Sevilla. Sin embargo, uno de sus mayores retos fue asumir el papel de la señora Corney, una mujer mayor, gruesa y coja. “No tenía ni la estructura física ni la voz para ese papel. Pero el director vio algo en mí. Fue durísimo, tuve que reinventarme completamente: cambiar mi voz, mis movimientos, mi esencia. Eran dos horas de espectáculo cada noche, hablando y cantando en un registro que no era el mío”.

Ese desafío la marcó profundamente, no solo como artista, sino como persona. “Esos trabajos te hacen grande en el camino. Aprendí a ser versátil, a construir herramientas desde cero”.

Con los años, la ruiseñora de San Roque ha ido tejiendo una trayectoria rica y compleja, llena de altibajos que, lejos de derrotarla, la han enriquecido. "La música exige una supervivencia constante, pero es una vida hermosa”.

La artista sanroqueña Verónica Rojas durante la entrevista concedida a 'Europa Sur'.
La artista sanroqueña Verónica Rojas durante la entrevista concedida a 'Europa Sur'. / Erasmo Fenoy

La importancia de rodearse bien

Verónica Rojas habla con la serenidad de quien ha hecho de la incertidumbre un espacio habitable. Sabe lo que quiere, aunque no siempre sepa cómo ni cuándo llegará. "Yo quiero dedicarme a la música, pero siempre desde la verdad. Si no me encuentro bien en lo que hago, si no puedo mirar al público a los ojos y saber que estoy siendo sincera, me aparto", afirma con determinación.

Reconoce que no basta con el talento ni con el esfuerzo. Hace falta alguien que crea en ella con la misma intensidad con la que ella cree en su propio destino. "A veces, tú sola no puedes. Necesitas un representante, alguien que hable bonito de ti y que te venda bien. Y si eso no está, es muy difícil avanzar". Pero hay en su mirada una fe inquebrantable, una certeza íntima de que el momento llegará, de que la fortuna, esquiva hasta ahora, le hará una señal.

Quizá sea esa convicción lo que la mantiene en pie, lo que alimenta su resistencia ante una industria que exige tanto y devuelve tan poco. Como la ruiseñora de la copla, su canto persiste, desafiante. "Al final, todo se reduce a la suerte y a quién te rodea". Y mientras lo dice, parece que todo alrededor se detiene, como si hasta las caricaturas de Vázquez Sola la quisieran escuchar cantar.

A sus 36 años, en su mirada queda algo de aquella joven que enamoró al público. Su historia, como las grandes coplas de León y Quiroga, todavía tiene grandes versos por escribir.

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