Sergio González Otal

Alberto Pérez de Vargas, en el corazón y en la memoria

29 de diciembre 2024 - 03:07

Debió ser a finales de 1978 cuando conocí a Alberto Pérez de Vargas en Algeciras, en uno de los viajes que periódicamente hacía en busca de los aires salinos de su bahía, de los amores de su madre y de su hermano que él adoraba, del resto de familia y de los recuerdos de su infancia feliz.

Me sorprendió en este en el primer encuentro su amplio conocimiento de las cosas de la vida, su bagaje cultural y, sobre todo, la bonhomía que proyectaba su figura, todo ello envuelto en una notable facilidad de palabra propia del profesor universitario que era. Tenía yo entonces 40 años y Alberto 36. Ya llevaba yo 12 años dirigiendo Radio Algeciras y Alberto llevaba algunos siendo catedrático universitario y era imposible que tan notable personaje no tuviera protagonismo en la emisora de su pueblo para goce de su audiencia. Y la tuvo, semanalmente y cuando nos pedía entrar durante muchos años. Así fuimos forjando una amistad que se profundizó aún más a mi regreso a Madrid en 1983, donde rara era la semana que ambos, solos o en compañía, no tuviéramos un fraternal encuentro. 46 años han pasado.

Tuvo nuestro paisano Alberto la suerte que le dijera sí quiero una muchacha de Valladolid llamada Cristina, catedrática de Matemáticas como él, inteligente, culta, más dueña de sus silencios que prisionera de sus palabras, que con fina ironía castellana supo encauzar el torrente vital que Alberto era. Ambos fundaron una familia no sin ciertas dificultades, de las que ni a una ni al otro les produjeron desmayo y menos aún quejas o reproches.

Las últimas semanas se le veía Alberto feliz por el lanzamiento de su libro. Un seleccionado compendio de artículos sobre Algeciras publicados en estos últimos años en Europa Sur, algunos de brillante ejecución literaria y todos, interesantes, por lo que dicen de lo que fue Algeciras desde los años 50 hasta nuestros días y de los personajes que dieron vida a sus calles y plazas, producto en su conjunto de la prodigiosa memoria del profesor.

Somos muchos los que lloramos la marcha de Alberto, al que también muchos queríamos como un hermano. Yo, que soy hijo único, más de una vez le dije que él era como el hermano que yo hubiera querido tener y por eso tengo el corazón hundido y el alma de luto, como la tienen mis cinco hijos que sienten cómo uno de su sangre, sin serlo, se ha ido. Solo sentimos el impulso de abrazarnos en el dolor a su familia como si fuera la nuestra.

Y todos quienes le quisimos nos apropiamos del título de su libro para decirle: “Inolvidable Alberto, siempre estarás en nuestro corazón y en nuestra memoria”.

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