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Funeral
Tribuna económica
Ayer, jueves 17 de abril de 2025, el Banco Central Europeo se reunió en Fráncfort en una jornada que coincidió con el Jueves Santo, adquiriendo unos tintes casi bíblicos para los responsables de la política monetaria del euro. Los últimos acontecimientos económicos y geopolíticos han complicado el panorama hasta el punto de convertir esta cita en un verdadero calvario, en el que los miembros del consejo han tenido que cargar con la pesada cruz de decidir si mantienen o modifican los tipos de interés en un entorno cada vez más incierto.
Hasta hace apenas unas semanas, el consenso entre analistas y mercados era claro: lo más probable era que el BCE optara por una pausa en su ciclo de tipos, manteniéndolos estables tras una prolongada fase de bajadas. El giro fiscal en Alemania, con un aumento del gasto público tras el levantamiento de las restricciones presupuestarias, y el compromiso europeo de destinar muchos más recursos a seguridad y defensa apuntaban a una aceleración del crecimiento económico en la región. Un impulso al PIB que, en teoría, disminuiría la necesidad de actuar con premura para estimular la economía mediante recortes en los tipos de interés.
Sin embargo, la situación cambió drásticamente tras lo que el propio Donald Trump denominó el día de la liberación de prácticas comerciales injustas. Las tensiones comerciales desde entonces han elevado la volatilidad y han afectado a las previsiones económicas globales. El BCE no está preocupado por el efecto sobre la inflación que traerían; le preocupa el enfriamiento de la economía. Por otra parte, el petróleo no para de bajar y el euro de fortalecerse, perjudicando a las exportaciones europeas y al turismo.
Ante este nuevo contexto, muchos analistas comenzaron a predecir –la probabilidad era del 97,8%– una rebaja de tipos de 25 puntos básicos, con la que el BCE buscaría mitigar los efectos negativos de la política exterior estadounidense y mantener la competitividad de la eurozona.
Y así ha sido. El BCE bajó ayer por séptima vez el precio del dinero desde el verano del año pasado –la sexta consecutiva–, dejando la tasa de depósito en un 2,25%, el tipo aplicable a las operaciones principales de financiación queda en el 2,4% y la facilidad marginal de crédito en el 2,65%. Basó su decisión en que “la economía de la zona del euro ha acumulado cierta resiliencia para hacer frente a las perturbaciones mundiales, pero las perspectivas de crecimiento se han deteriorado debido al aumento de las tensiones comerciales”.
Respecto a los próximos pasos, la institución ha insistido en que sus decisiones siguen dependiendo de los datos. La próxima reunión supondrá un momento clave. En junio, el BCE contará con nuevas proyecciones macroeconómicas actualizadas, que permitirán valorar con mayor precisión la evolución del crecimiento, la inflación y el empleo. Será entonces, con todas las variables sobre la mesa, cuando sepamos si el banco central continuará el ciclo de bajadas de tipos o si mantendrá cautela haciendo una pausa. Sin embargo, con la nueva situación, podemos aventurar desde ya que vendrán más recortes, tantos como para llevar el precio del dinero al 1,5% a final de año.
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