Tribuna Económica
Gumersindo Ruiz
La casita de Jesús
Algeciras es una ciudad flotante si nos remitimos a la enorme cantidad de agua que reside en el subsuelo. Recuerdo las dificultades de los constructores del edificio de la Plaza Alta que albergó la histórica EAJ-55 "portavoz del Campo de Gibraltar", de cuya trascendencia deriva que una de las calles más céntricas se llame hoy, Radio Algeciras: el tramo superior de la que fuera calle Real, que unía las plazas alta y baja de la ciudad en su primitivo diseño.
El nivel freático (distancia de la superficie al nivel en el que se encuentra agua en el subsuelo) medio del casco histórico de Algeciras, es muy escaso y ello supone problemas añadidos a la construcción de edificios. Las obras del citado las acometió la empresa de un querido e inolvidable amigo de origen madrileño, Félix Moreno, que no tuvo más remedio que ceder el testigo a otra constructora de más sofisticados medios técnicos, para que continuara. La gran cantidad de agua que encontró en la cimentación le obligó a desistir de culminar el proyecto.
Ese bajo nivel freático explica la presencia de árboles como el que crece cerca del Ali-Oli, junto a Correos en el Secano. Me advirtió de ello, Juanjo Rivera, generoso esteta que campea por libre, siempre dispuesto a libar historias y leyendas. Es un hermoso ejemplar del "ciprés de los pantanos"; según algunos aficionados a la Botánica, "el árbol más bello del mundo". Se llama así porque su hábitat natural supone suelos pantanosos. Procede del sudeste de Estados Unidos de América y abunda en las orillas del Misisipi. De la misma especie es el árbol que envuelve el monumento a Becquer, en el parque María Luisa de Sevilla. El del Secano lo acogía una finca de Elfrida Eugenia Churchill, espía, sobrina de un inglés de nombre Percileon Winston que estuvo por estos pagos y está enterrado en el cementerio viejo. Según cuenta el biólogo Pablo Pichaco, a propósito del árbol, era pariente muy cercano por vía bastarda de Sir Winston Churchill.
Sorprende encontrarse con estos y otros árboles en la ciudad sin que nuestras autoridades difundan su existencia ni extremen -tal vez por falta de recursos- el cuidado para que luzcan llenos de vitalidad. El ciprés de los pantanos de Sevilla y la palmera imperial de Elche compiten en certámenes nacionales e internacionales, mientras que Algeciras contempla las estrellas que lucen entre las copas de árboles semejantes. Con frecuencia más espectaculares, si cabe, que sus hermanos de otros reductos.
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