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Las acciones de EEUU están sacando otro año más una gran ventaja a las europeas, con la destacable excepción del Íbex. El S&P 500 avanza más del 20% mientras que los Europe Stoxx no alcanzan el 10%. La brecha de valoraciones no hace más que crecer, con EEUU acaparando ya el 64% del índice mundial y toda Europa apenas sumando un 15%.
Serían necesarias varias condiciones para que las bolsas europeas puedan liderar las ganancias, aunque sea por un tiempo. La primera sería una reactivación económica, que requiere que el aumento de la renta disponible se traduzca en mayor consumo, en especial en Alemania, atenazada por su declive demográfico e industrial (a su vez en parte ligado al de China), la parálisis política doméstica y la inestabilidad global.
La segunda, algo más probable, es que las rebajas de tipos del BCE impulsen el crédito bancario y la imprescindible construcción residencial. Otra sería un aumento de la inversión en equipamiento industrial y en infraestructuras conforme se despliegan los fondos Next Generation, que reavivarían la industria.
De ser así, se aceleraría el crecimiento de los beneficios de las empresas cotizadas y convergerían al más del 10% que se prevé en EEUU en 2025. Esto debería de propiciar un aumento de los deprimidos múltiplos a los que cotizan algunos sectores europeos.
Pero todo esto podría no ser suficiente si EEUU impusiera aranceles generalizados y se frenara el comercio internacional, si se agravan las tensiones geopolíticas y si el euro sigue débil frente al dólar.
Por último, haría falta que los valores tecnológicos se tomen un descanso y los inversores busquen oportunidades en otras regiones.
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