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Joaquín Aurioles
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Los Reyes, el presidente del Gobierno y el presidente valenciano, han tenido oportunidad de conocer, en vivo y en directo, la indignación, la ira, la desesperación y la desolación de los ciudadanos de Paiporta, uno de los puntos más devastados de Valencia.
Con graves momentos de riesgo, el equipo de seguridad de Moncloa desalojó del lugar a Pedro Sánchez, que recibió un golpe en la espalda, pero fueron inútiles los intentos del equipo de seguridad de Zarzuela para convencer a los Reyes de que entraran en sus coches y dejaran la zona. Don Felipe por una parte, y doña Letizia por otra, permanecieron en Paiporta a cara descubierta, pidiendo a sus escoltas que plegaran los paraguas, y se acercaron a hablar con los ciudadanos. Recibieron lluvia de barro e insultos, pero no dudaron en hablar con la gente que les increpaba o exponía su situación desesperante. Los animaron como pudieron, los abrazaron, y les prometieron que harían cuanto estaba en su mano para que llegara la ayuda cuanto antes.
La ayuda. En una situación vergonzosa, irresponsable y delictiva –sí, delictiva– la rivalidad política entre el presidente del gobierno y el de la Generalitat, más la falta de autoridad y se previsión para tomar decisiones ante la llegada de la DANA, ha sido clave para entender lo ocurrido. Moncloa culpó a la Generalitat de no pedir la ayuda que necesitaba, cuando en cualquier país con un gobierno responsable, tanto el central como el autonómico, se dejan de lado protocolos y normas absurdas y, en una situación crítica como la que se está viviendo, habrían actuado con la máxima energía y con todos los elementos necesarios. Se han perdido cinco días preciosos para salvar vidas, y se comprende la desesperación de las gentes de Paiporta cuando le echaban en cara al Rey que si hubiera llegado antes la ayuda de los militares con la maquinaria necesaria, y el grupo de zapadores, se habrían salvado muchas vidas.
Los Reyes, al menos, se quedaron allí para escuchar a los ciudadanos. Algunos les insultaron, la rabia no les permitía la serenidad necesaria para hablar de forma contenida. La reina Letizia ni se movió cuando recibió barro en su rostro; el rey Felipe intentaba calmar a los jóvenes que le explicaban la gravedad de la situación y que se sentían abandonados.
Valencia ha sufrido la tragedia natural más grave que ha conocido España. Es difícil luchar contra la naturaleza, pero desgraciadamente en España se han vivido inundaciones, temporales, incendios o ríos de lava incontrolados. Sin embargo se actuó con la rapidez, organización y eficacia necesaria para aliviar sus efectos.
Ahora han fallado los avisos que habrían permitido paliar los efectos; la lucha política entre Moncloa y Generalitat ha sido letal –tanto que es obligado exigir responsabilidades, o incluso dimisiones, al más alto nivel– así como la coordinación entre los dos gobiernos. Es trágico pensar que, sin rivalidades políticas, quizá la ayuda habría llegado antes … y se habrían salvado unas docenas de vidas que se han perdido por la falta de medios para llegar hasta donde las víctimas estaban atrapadas.
Los Reyes han estado en su sitio. Como han hecho en otras ocasiones dramáticas. Les recomendaron que esperasen a un momento más oportuno, pero se empeñaron en llevar su consuelo personal, a los ciudadanos.
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