Visto y Oído
Funeral
Tribuna Económica
Andalucía tendrá elecciones en poco más de un año y el ministro Puente, el ministro de las inversiones en infraestructuras, entra en campaña como avanzadilla de la guerra anunciada entre Gobierno de España y Junta de Andalucía. Hubo rectificación a su rechazo inicial al proyecto de tren litoral en la Costa del Sol, pero fue una rectificación nominal. En la práctica, sigue dando largas que dejan bien clara su nula intención de impulsar un proyecto cuyos réditos políticos pudieran aprovechar los populares, los promotores de la idea, mejor incluso que los socialistas, pese a corresponder al Gobierno central su financiación y ejecución.
Puente también ha decidido retirar la subvención al transporte público a menores de 14 años por deslealtad institucional. Incluso teniendo razón en su reproche a la consejería responsable del “olvido” de citar el origen de los fondos, resulta insólito que decida hacer pagar a todos los jóvenes andaluces por una falta cuyo responsable está en la Junta de Andalucía, es identificable y denunciable en los tribunales de justicia, si es que corresponde.
No parece opción electoral inteligente la estrategia del choque frontal contra lo que en este momento, según el Barómetro Andaluz de la Fundación Centra, mejor representa la defensa de los intereses de Andalucía. La percepción de los andaluces, si no me equivoco en la interpretación, es que en el rifirrafe entre populares y socialistas los primeros defienden el pabellón que los segundos intentar asaltar y que en esta batalla el ciudadano confía más en la estrategia del defensor que en la del atacante. En todo caso, los andaluces aceptan que lo importante para los dos sea el resultado y que ambos asuman que el triunfo bien merece el coste de las habituales víctimas inocentes (en los casos citados los viajeros) y daños colaterales.
En un modelo político donde el representante electo se siente más comprometido con el partido que con quien le vota, al ciudadano no le queda más remedio que aceptar y aguantar hasta que vuelva a ser consultado. Para los votantes más ideologizados las lealtades están aseguradas contra cualquier embestida de racionalidad, pero para el resto estas cosas importan. Especialmente si se termina conociendo que el ministerio de Puente niega a Málaga los beneficios de tramitación que concede a Vigo en un proyecto similar de ferrocarril y se olvida de reprochar, y mucho más de retirar la ayuda, al País Vasco por idéntica deslealtad institucional de la que acusa a Andalucía en el anuncio de la gratuidad del transporte para los más jóvenes.
Tendrá que rectificar el ministro, al menos en el caso del transporte juvenil, porque en esta acometida se adentra en el peligroso territorio de los agravios, que también es el de las emociones. Ni el más racional de los votantes puede permanecer ajeno a decisiones que por arbitrarias acaban por convertirse en cuestión de dignidad. El presidente Moreno lo ha visto claro y no dejará escapar la oportunidad de hurgar en una herida con promesa de importante rédito electoral, pese a que desde la perspectiva del interés de los andaluces es probable que lo más conveniente sea apostar por el diálogo y la negociación.
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