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In memoriam
Están siendo unos días duros, demasiado duros; días de despedidas sin adioses, de partidas sin retorno. Caronte está haciendo horas extras en la cercana Estigia, mientras se agolpan almas en el cruce del Leteo, que tiene la perseverancia incansable de los destinos marcados a golpes de barruntos que desafían la frágil memoria. En unos días han partido tres referentes de la cultura de Algeciras: primero fue Alberto Pérez de Vargas, luego Juan Ignacio de Vicente. Sin dar tiempo a escuchar el estruendo de las latas te has ido con la discreción que siempre te ha caracterizado, Enrique Pérez Benítez.
Pasamos nuestras respectivas infancias en el mismo barrio: tú en la esquina de la Alameda, frente a la capilla ahora de nuevo rehabilitada y junto al garaje familiar donde mi padre guardaba el coche; yo, en la calle del Ángel. Por medio, unos callejones en los que no coincidimos debido a la diferencia de edad. Te conocí mucho más tarde, cuando la Asociación Memoria de Algeciras aún no era asociación, sino un grupo de espectros a los que nos unió nuestro común amor por Algeciras, al principio en forma de imágenes, de fotografías que vieron la luz tras décadas custodiadas en cajas y cajas de galletas. Más tarde llegaron las primeras exposiciones y luego otras más en las que nos fuimos conociendo y donde pude apreciar cuánto querías a la ciudad que te vio nacer y cuánto de bueno albergaba tu carácter. El pasado sirvió para hilvanar muchos presentes. El recuerdo sirvió para dar forma a muchos proyectos que se materializaron gracias a personas como tú: de marcadas vivencias, de palabras pausadas y de bondad sin imposturas.
Contigo aprendí mucho de la intrahistoria de una ciudad muy dada a la desmemoria y a los interesados olvidos. Contigo aprendí a mantener vivo el legado de tus antepasados. ¡Qué buen legatario tuvo Juan Pérez Arriete contigo! Siempre tuviste como objetivo mantener presente su figura y te dedicaste en cuerpo y alma a que su nombre fuera algo más que un topónimo en el callejero local. Gracias a tus aportaciones cobraron sentido libros y pregones, acciones y gestos. Gracias a ti tiene otra lectura el triunfo de la Palma camino del cementerio, luego burdamente trasladado a espacios incomprensibles. Gracias a ti, la casa de la calle Colón donde vivió el cronista y donde escribió tanto es algo más que una fachada torpemente rehabilitada. Tuviste la generosidad de ofrecerme prologar tu libro con el que con tanto cariño escribiste sobre su figura; un volumen que presentamos junto con Pilar Pintor en el Salón de Actos del Centro Documental José Luis Cano en tiempos de restricciones y mascarillas.
Gracias, Enrique, por tanto que he aprendido de ti. Activo luchador contra el olvido, no te habrá hecho efecto el tránsito por el río Leteo y seguro que no habitas ahora en temidos inframundos. Solo la gente como tú tiene derecho a disfrutar de las armonías celestiales.
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