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En el Campo de Gibraltar conocemos desde hace décadas el drama de la inmigración irregular: los cadáveres en las playas, los cuerpos ateridos de frío de los recién rescatados, sus rostros desencajados, sus miradas perdidas en el horizonte del mar. Entre ellos hay miles de menores desamparados, sin apoyo familiar, a los que las administraciones deben proteger conforme a la ley. Pero no se trata solo de leyes, sino de principios.
Vox lleva años haciendo gala de su mano dura ante la inmigración por medio de un discurso de odio hacia todo aquel que no se ajusta a su particular modelo de persona. Vincula la delincuencia con los extranjeros, habla de invasión, de efecto llamada y de “menas” en una calculada estrategia que la ultraderecha europea repite a acá y allá, ahora y a lo largo de todo el siglo pasado, con nefastas consecuencias. La ruptura del partido de Abascal con el PP en cinco comunidades autónomas, por aceptar este partido el reparto de varios centenares de menores no acompañados en la península, es un paso que acaba por situar a Vox al margen de casi todo, salvo de los ultras del húngaro Orban y de la ruidosa pandilla de los Alvise, con quien comparte espacio ideológico en España.
Sin haber hecho nada, salvo aceptar un acuerdo de mínimos sobre esos menores llegados a Canarias –donde gobierna el PP–, Núñez Feijoó está de enhorabuena. La espantada de sus hasta ahora socios aleja a los populares de posiciones radicales que nada tienen que ver con esa imagen de centro moderado que intentan vender él y los suyos, como Juanma Moreno en Andalucía. Las deserciones habidas en Vox a cuenta de ello irán a más y se unirán a las que antaño protagonizaron ilustres como Vidal Cuadras, Espinosa de los Monteros, Rocío Monasterio o Macarena Olona. Tiempo al tiempo, que otros partidos emergentes llamados a renovar el paisaje ya pasaron a mejor vida.
El Gobierno de España presentará en breve una reforma de la Ley de Extranjería para que ese proceso solidario de distribución de menores no acompañados se sistematice y no requiera de tediosas negociaciones con cada comunidad. Habrá que perfilar detalles importantes como la financiación de esos servicios, la atención educativa de esos jóvenes y su formación para cuando sean mayores de edad –tarea en la que lleva años volcado nuestro cura Chamizo– pero PSOE y PP están llamados a hacer valer su condición de partidos sistémicos y a demostrar que están a la altura en la defensa de unos principios comunes a la inmensa mayoría de los españoles.
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