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En Jackson Hole, un idílico valle de las Montañas Rocosas de EEUU, en Wyoming, se celebra cada año, el último fin de semana de agosto, una cumbre de banqueros centrales fundamentalmente, pero también de académicos, ministros de finanzas, empresarios y directivos. Aunque se reúnen para hablar tranquilamente de los retos de la economía mundial en general, la expectación máxima la suscitan las declaraciones que realizan los banqueros centrales sobre la posible evolución en los próximos meses de los tipos de interés oficiales. Por eso, lo que se dice allí, aunque parezca muy lejano, afectará directamente en el bolsillo de los hipotecados.
El tema central de la 47ª edición, celebrada el pasado fin de semana, es “reevaluar la eficacia y transmisión de la política monetaria”, pero realmente el interés de los mercados se centraba en conocer las próximas decisiones de la Reserva Federal (Fed) y del Banco Central Europeo (BCE) en relación con los recortes en las tasas de interés.
Y efectivamente, el gobernador de la Fed, Jerome Powell, aprovechó Jackson Hole para confirmar el inicio de las rebajas de tipos en Estados Unidos: “Ha llegado el momento”. Una vez controlada la inflación, se dispone a atender con mayor énfasis el segundo de sus mandatos: maximizar el empleo. Así, el viernes pasado anunció que recortarán el precio del dinero el 18 de septiembre por primera vez en cinco años. Muchos analistas esperan, además, que este recorte sea de medio punto de golpe.
Este pistoletazo de salida a las bajadas de los tipos de interés allí afecta a las decisiones que tome el BCE aquí. En su reunión de junio, el BCE se adelantó y decidió recortar un cuarto de punto los tipos de interés oficiales, y ahora se espera que el 12 de septiembre los baje otro cuarto de punto más. No sólo por las declaraciones de Powell en Jackson Hole, sino también porque los salarios están dejando de presionar la inflación y Alemania lleva meses bordeando la recesión.
El euríbor, que sigue fielmente la evolución de los tipos oficiales del BCE, tras más de 6 años en tasas negativas (alcanzado su mínimo histórico de -0,504% en enero de 2021), en enero de 2022, inició un ascenso imparable, hasta superar el 4,16%. No obstante, desde noviembre de 2023 viene mostrando una clara tendencia a la baja.
Las cartas puestas sobre la mesa en Jackson Hole confirman las reducciones anticipadas que viene experimentando el euríbor estos últimos meses, y que han llevado al euríbor cerrar el mes de agosto con una media del 3,17%.
Más difícil es intuir el ritmo al que el BCE bajará los tipos a más largo plazo. “Es muy incierta la velocidad a la que viajaremos y el tiempo que tomará”, advertía su presidenta, Christine Lagarde. Las nuevas hipotecas y los hipotecados a tipo variable, en sus revisiones periódicas, están notando progresivamente alivio, pero están muy lejos de los niveles del euríbor, tan excepcionalmente favorables, de antes de 2022. Puede que tarden, puede que nunca más lleguen. Y recordemos que por mucho que declaren en Jackson Hole, los bancos centrales se reservan el derecho a ir actuando en función de los datos: dicen, como los jóvenes, VV, vamos viendo.
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