Breve análisis comparativo de Andalucía y País Vasco
Quién necesita a quién
Los tres pilares sobre los que toda potencia hegemónica ha de levantarse son el ejército, la economía y la tecnología. En Estados Unidos los fundamentos son sólidos y en China se consolidan a pasos acelerados, pero Rusia carece de dos de ellos y es posible que el tercero, el potencial militar, haya quedado sensiblemente limitado tras la invasión de Ucrania. Nos quedan Estados Unidos y China, aunque con estándares de bienestar limitados en el segundo y un fuerte intervencionismo estatal que camufla la verdadera capacidad competitiva de su economía. A partir de aquí, la influencia que cada uno de ellos pretenda ejercer exige levantar un cuarto pilar: el relato.
Trump ha decidido aprovechar su posición hegemónica para remover los cimientos del orden mundial, esgrimiendo un relato falaz: el resto del mundo lleva tiempo apropiándose de la riqueza creada por los Estados Unidos y reclama su devolución. Está convencido de que el mundo les necesita y aceptará la cesión de una parte de su riqueza. La realidad, sin embargo, es que el gran beneficiado del orden mundial tras la II Guerra Mundial fue precisamente su país y la clave la fortaleza del pilar económico que entonces se levantó.
El sistema monetario internacional acordado en Bretton Woods en 1944 proclamó al dólar convertible en oro como moneda reserva internacional, frente a la que todas las demás debían establecer un cambio fijo. Puesto que la creación de dinero quedaba condicionada a la estabilidad del tipo de cambio, todos renunciaban en la práctica a la posibilidad de una política monetaria discrecional. Todos, menos los Estados Unidos, que conservaba la capacidad de crear tanto dinero como considerase conveniente y de paso se garantizaba la inmunidad frente a las crisis cambiarias (devaluaciones) que proliferaban por todas partes.
Los dólares en circulación crecieron más intensamente que las reservas de oro, provocando la crisis del sistema en los años 70. Por entonces el dólar ya había consolidado su prevalencia como medio de pago en los intercambios comerciales y financieros y en las reservas constituidas en divisas, circunstancia que también le permitió mantener la autonomía de su política monetaria y la resistencia frente a las crisis cambiarias.
En el relato de Trump sobre la OTAN también se percibe una estrategia arriesgada. Los Estados Unidos han dedicado el 3,7% de su PIB al gasto en defensa (755.000 millones de dólares) frente al 2,7% del resto. Trump exige a Europa llegar al 5%, lo que equivaldría duplicar el gasto actual y aproximarlo al billón de euros, la mayor parte del cual se emplearía en la compra de material militar a los Estados Unidos.
Es evidente que el impulso la industria armamentística europea como reacción frente al alejamiento de Estados Unidos podría tener consecuencias muy adversas para su potente industria militar. En definitiva, que Trump bien podría ir de farol, tanto en el tema de la OTAN como en sus amenazas a las reglas de comercio internacional establecidas en las innumerables rondas de negociación del GATT, que desde 1947 en Ginebra han intentado eliminar aranceles y barreras al comercio, además de proteger derechos de propiedad y patentes.
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