Visto y Oído
Sonia
Tribuna Económica
La SEPA (Single Euro Payments Area, o Zona Única de Pagos en Euros) es una iniciativa de la Unión Europea que comenzó su andadura en 2008 y que busca simplificar las transferencias de dinero en euros entre países europeos. El objetivo de la SEPA es que los pagos transfronterizos en euros dentro de la zona sean tan fáciles, rápidos y seguros como los nacionales dentro de un mismo país. SEPA incluye a los países de la Unión Europea, así como otros que han incorporado voluntariamente. En total, participan 36 países. Actualmente la SEPA está plenamente consolidada como un marco esencial para facilitar los pagos en toda la eurozona, pero, sin embargo, debe seguir mejorando y el euro digital puede potenciarlo.
Con la SEPA, las transferencias son más rápidas, (uno o dos días laborables), con costes reducidos (mismos costes entre países que los nacionales) y con estándares uniformes (el IBAN –International Bank Account Number– y el BIC –Bank Identifier Code–). SEPA se aplica a transferencias bancarias, débitos directos (domiciliaciones) y a pagos con tarjeta en euros dentro de la zona.
Su gran limitación es que se centra en pagos nacionales o intraeuropeos. No existe una solución a nivel europeo que compita eficazmente con los esquemas internacionales como Visa o Mastercard. Esto limita la capacidad de Europa para ofrecer una alternativa competitiva y unificada frente a estos grandes actores internacionales, particularmente en pagos minoristas digitales y transfronterizos, lo cual es crucial para una autonomía financiera plena.
El organismo responsable de la infraestructura de pagos en Europa es el Banco Central Europeo. A él le corresponde la modernización de los sistemas de pago europeos y la protección de la soberanía financiera en un mundo de digitalización acelerada y geopolíticamente fragmentado. En este sentido, consciente de la importancia de disponer de una infraestructura de pagos más rápida, segura y accesible, está tomando diferentes medidas, incorporando nuevas tecnologías, como la contabilidad distribuida, o mejorando la ciberseguridad y preparando las infraestructuras críticas ante amenazas como ciberataques y sanciones.
Además, uno de sus proyectos clave para modernizar el sistema de pagos en Europa es la creación del euro digital. Hace unos días, en el discurso CBDC, cross-border payment and the future of money in a deglobalized world, Piero Cipollone, miembro del Comité Ejecutivo del BCE, reconocía que era necesario para este objetivo adaptar el dinero del banco central a la era digital, generando un equivalente digital al efectivo.
Y es que lo que puede proporcionar el euro digital es la posibilidad de que los ciudadanos y empresas puedan realizar pagos digitales sin depender, como pasa actualmente, de ningún intermediario privado –bancos– o de infraestructuras fuera del control europeo. Sería una alternativa segura y accesible para realizar pagos digitales en toda Europa, respaldada directamente por el BCE, que aumentaría la autonomía estratégica de la región. Los pagos serían más eficientes y rápidos, fortaleciendo la infraestructura financiera europea frente a los desafíos globales y tecnológicos. La emisión de estos euros digitales está cerca.
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