
Gumersindo Ruiz
Siete cosas a saber sobre los aranceles
EN primer lugar, un arancel es un impuesto que busca encarecer el bien o servicio que se importa para las familias o empresas de un país, lo cobra el estado, y es un ingreso público. Una segunda idea es que con él se busca reducir el consumo de un bien o servicio, proteger la producción local y, si acaso, forzar al productor externo a trasladarse al país importador. Como tercer punto, el efecto inmediato es reducir el consumo, recurrir a productos nacionales, y probablemente genera expectativas de incremento del precio anticipando subidas por las empresas, y presiones salariales. Una cuarta cuestión es el tipo de cambio, pues un arancel del 10% y una apreciación de la moneda del país que pone el arancel del 10%, hace que todo quede igual. En cuanto al impacto real, que sería el quinto punto, depende de la apertura de la economía; en Estados Unidos (US) el comercio exterior total es apenas el 20% del producto, y en la Unión Europea (UE) el 43% (31% España, del que el 56% es comercio dentro de la UE), por lo que daña menos a los US, y su dimensión y el hecho de que importe más que exporte, nos afecta significativamente. Sexto, los aranceles son paradójicos, e industrias del país que inicia la guerra comercial, que dependen de importaciones, ven, por ejemplo, que un producto agrícola o un coche locales resultan más caros por incrementos del coste de importaciones de, digamos, fertilizantes o piezas necesarias; teniendo en cuenta esta dependencia entre lo que se compra y vende, un economista, Abba Lerner, ya en 1936 probó formalmente que en realidad un impuesto sobre importaciones es un impuesto sobre exportaciones. Y, séptimo, todo esto crea incertidumbre y afecta a las decisiones de inversión empresariales, abrir nuevos mercados, cambiar líneas de productos, absorber o no parte del coste, sobre algo que no se sabe cómo evolucionará, y si la pérdida de la endeble mayoría del gobierno norteamericano en el congreso puede cambiar dentro de dos años la situación.
Estados Unidos tiene un déficit exterior del 3,4% del producto, y la UE un superávit del 3,2%, pero en su relación los US exportan más servicios y la UE más bienes, equilibrándose la balanza, por lo que la UE tiene la debilidad de los productos, y los US de las tecnológicas. En un mundo abierto la exportación es un activo, pero si se cierra es un problema; por eso los países de la UE tienen que aumentar el consumo y facilitar el comercio interno de bienes y servicios. Mario Draghi, con su proverbial sensatez, lleva tiempo insistiendo en que los países europeos han enfocado sus estrategias productivas hacia objetivos nacionales, sin tener en cuenta el coste colectivo que supone. Las dificultades internas de la UE -sostiene Draghi- son el legado de cuando el estado nación era el marco natural de la política, pero no está claro que los nacionalismos -“mi país primero”- sean lo mejor para el bienestar de los ciudadanos. Podemos decir tomando unas palabras de Winston Churchill en otro contexto, que pretendiendo mantener el orgullo nacional frente a la dependencia de las instituciones europeas, corremos el riesgo de quedarnos sin orgullo con una economía estancada, y sin autonomía frente a poderes externos que no hace falta nombrar.
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