Tribuna Económica
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Los índices bursátiles de China han rebotado alrededor de un 20% en apenas dos semanas por los anuncios de varios paquetes de estímulos monetarios y fiscales que tratan de estabilizar su mercado inmobiliario y reavivar la deprimida demanda interna. Ya entre abril y mayo se vivió un salto de similar magnitud, que se deshinchó casi a la misma velocidad.
En esta ocasión, se trata de un esfuerzo coordinado de diversos organismos, demostrando que hay un diagnóstico correcto de sus problemas económicos y de cómo podrían mejorar, con un contundente respaldo del Politburó que anticipa medidas adicionales en los próximos meses.
Sin embargo, es improbable que sean capaces de revertir las dinámicas estructurales. Una vez que ha pinchado la burbuja inmobiliaria, los hogares y empresas chinos han iniciado un proceso de desendeudamiento que, como vimos en España, puede durar toda una década. Esto resta efectividad a las rebajas de tipos e inyecciones de liquidez.
Con los ahorros en inmuebles devaluándose, raquíticos aumentos de los salarios y del empleo y el envejecimiento de la población, el consumo pierde brío y requeriría grandes estímulos fiscales para evitar que crecimiento del PIB real vaya ralentizándose, sin que sea descartable una espiral deflacionista.
Por lo tanto, salvo que se tomen medidas de gran calado para reforzar el estado del bienestar y la renta disponible de los hogares, no creemos que estemos en el inicio de una tendencia alcista prolongada en las bolsas chinas (ni en los valores europeos más expuestos) y recomendamos una inversión diversificada en Asia que incluya Japón, India y las más dinámicas economías del Asean.
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