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En mi generación nos enseñaban en una asignatura llamada Formación de espíritu nacional el siguiente concepto, hoy algo olvidado: “La libertad de uno termina donde empieza la del otro”.Es un principio básico en el ámbito de los derechos y las libertades individuales, hoy más conocido como principio de no agresión: por él, se establece que cada persona tiene derecho a ejercer su libertad hasta el punto que no interfiera o dañe la libertad de los demás. Y es ahora cuando empiezo a perderme. Pienso en tres conceptos muy de moda y con un constante machacar en que los medios de comunicación. Y me estoy refiriendo a turismofobia, inmigración y okupas. Tres temas diferentes, pero con algunos vasos comunicantes entre ellos, que me acercan muy mucho al principio de no agresión.
Este principio de no agresión busca establecer límites claros y proteger los derechos y las libertades de cada individuo. Implica que cada persona debe ser libre para tomar sus propias decisiones, siempre y cuando no viole los derechos de los demás. En otras palabras, significa que cada persona debe ser consciente de los límites de su propia libertad y actuar de manera responsable y respetuosa hacia los demás.
Hace unos días, don Francisco de la Torre, alcalde de Málaga y referente en gestión municipal de turismo, dijo ante un grupo de malagueños que reclamaban una vivienda digna, que el Gobierno de Pedro Sánchez había tardado seis años en plantearse un problema tan grave para nuestros jóvenes. ¿Y la Junta de Andalucía, cuántos lleva? El problema ahora es cuánto tiempo seguirán tirándose la pelota de un tejado a otro.
Si continuamos con los otros desequilibrios mencionados, inmigración y okupas, y algunos otros que podamos añadir, xhocamos de nuevo entre la libertad y la convivencia. Pero, ¿qué nos pasa? ¿qué está ocurriendo? ¿por qué miramos hacia otro lado? Porque no se coge el toro por los cuernos. Se nos olvida que debemos trabajar en la búsqueda de un sistema social justo y equitativo. Por un lado, la libertad individual es un principio fundamental en una sociedad democrática. Por otro lado, la convivencia pacífica implica el respeto mutuo y la tolerancia hacia los demás. Es necesario establecer las actuaciones oportunas, de lo contrario encontraremos muchas dificultades. Me gustaría dejar claro que no estoy en contra del turismo. Ni soy racista, pero sí creo en la propiedad privada, sólo aspiro a vivir en armonía y coexistir en un entorno seguro y respetuoso. Aliento a todas las partes a encontrar un punto medio donde los individuos puedan ejercer su libertad sin afectar el bienestar y los derechos de los demás. Yo hago lo que puedo. Todavía estamos a tiempo.
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