Editorial
Rey, hombre de Estado y sentido común
No estamos teniendo una Semana Santa acogedora. El trabajo de meses, de los hermanos de las agrupaciones, de tantas personas que dedican una buena parte de su tiempo a enriquecer esta exhibición de religiosidad popular que sintetiza en unos días la Pasión, no está siendo recompensado por las circunstancias meteorológicas, que no han incidido de manera importante, sin embargo, en los desplazamientos y en la ocupación hotelera. A pesar de que las previsiones, que ya han alcanzado una alta fiabilidad, nos habían puesto al tanto de lo que podía esperarse. En la misa de las doce del Domingo de Ramos, en la iglesia de la Palma de Algeciras, celebrada con gran solemnidad y ante una crecida feligresía, el sacerdote oficiante, el padre Marina, se refería, en la despedida de la celebración de la eucaristía, a la falta de agua y al deseo de que la Naturaleza espere a que se pase la semana para atender la urgente necesidad de lluvia que hay por estos pagos. Pero va a ser que no, parece como si el gesto de sacar los capirotes fuera como un grito de ¡agua va! emitido con sorprendente eficacia.
Hoy es un día grande en Andalucía y no tanto en otros lugares. La madrugá espera en Sevilla y la iglesia católica ha declarado la jornada “día del amor fraterno”. Por muy pasada por agua que sea la semana y por deslucidas que sean las convocatorias que llevan a la gente a las puertas de las salidas de los tronos aun a sabiendas de que no saldrán, al menos hemos hecho una pausa en este duro caminar que está siendo el tempo político, dominado por unos procederes que escapan a la razón y se burlan con sarcasmo de la inteligencia. Es de suponer, con ese hondo sentimiento de frustración que produce la contemplación de un tejido humano cada vez más indiferente con el acontecer político, que la mayoría pasa ya de todo. Probablemente veamos en los futuros comicios, el crecimiento de la abstención y de los populismos, dos síntomas de decadencia sistémica y de deterioro para la convivencia. Y como si no tuviéramos bastante con el escenario de actores de medio pelo que es la política de hoy, el nuevo zar de todas las Rusias habla de guerra como si tal cosa. No se nos acaban los tiranos, psicópatas y narcisistas. Ojalá no tengan, estos que andan por aquí, poder como el que tiene ya tiene el agente Putin. Es terrible, por mal menor, tener que desear que le dure la tragedia de Ucrania para que no tenga otra cosa en qué pensar.
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