Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Los grandes estrategas
Admirado Arturo Pérez Reverte, la liaste en tu visita al Florida para charlar en público con el periodista Jesús Vigorra y rememorar las aventuras de Teresa Mendoza en su conquista del narcotráfico en el estrecho de Gibraltar (La Reina del Sur) y la bonita historia de amor de la librera Elena Arbués con el buzo italiano Teseo Lombardo desarrollada en la Bahía de Algeciras (El Italiano). La primera, huyendo de Culiacán tras el asesinato del Güero, su novio, y, el segundo, el italiano, rescatado medio muerto en la playa de Puente Mayorga tras atentar contra buques ingleses atracados en Gibraltar en la Segunda Guerra Mundial.
La cola ese jueves 14 de diciembre del teatro Florida llegaba a la antigua estación de Renfe y tu charla con Vigorra habría dado para llenarlo tres veces, de manera consecutiva, circunstancia lógica por tu categoría como novelista y como persona, por la gratuidad del evento y por la extraordinaria promoción que Alfaguara (Penguin Random House) venía haciendo de tu última novela, El Problema Final. Promoción tan espectacular que te llevó, incluso, el pasado 29 de noviembre a protagonizar la hora entera de El Hormiguero, ahí es nada, con un Pablo Motos chorreante de babas mientras vapuleabas a Sánchez, circunstancia normal en tan exitoso programa de derechas en la franja horaria de mayor audiencia televisiva.
Pero mi historia no va hoy por ahí ni por la profundísima admiración que tengo sobre el escritor y toda su obra. Ese 14 de diciembre me aposté delante de los escalones de la iglesia del Carmen y nunca habría podido imaginar que algunos de mis paisanos congregados hubiera leído una línea de tus novelas, pero me pareció maravilloso que un escritor español pudiera congregar a ese gentío ávido de literatura como si se tratase de un concierto de Alejandro Sanz. Igual algo está cambiando en este país.
Tu puesta en escena estaba prevista para las seis y media de la tarde y yo tenía una preferencia cultural justo al lado media hora después, en el auditorio Millán Picazo, donde el Ateneo de Algeciras José Román hacía entrega del premio Rafael Viso para jóvenes talentos a la violinista María de Grandy, que no es Arturo Pérez Reverte pero es de San Isidro y la he visto gatear. Así que no tuve que pelearme a codazos a las puertas del teatro porque pude ver tu fantástica charla posteriormente en Onda Algeciras TV en un par de ocasiones, pero, por el contrario, sí disfruté en directo de la felicidad de María al recibir el premio Ateneo y de su violín; del Trío Contrastes, con Antonio del Carmen a la voz y Manolo Báez a la guitarra; de Carne con Bí, con Jesús Moreno; y José María Sagrista, músico de Triana y Círculo Vicioso. Una cosa me chocó, pocos políticos en el auditorio Millán Picazo, sólo Fernando Silva y Rafael Fenoy. Igual es que el colectivo que capitanea Juan Emilio Ríos tiene demasiados rojos en sus filas para esta Algeciras.
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