Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Niño-Dios de esta noche
La decisión de los nuevos gestores de la finca La Almoraima, en el término municipal de Castellar de la Frontera, de convertirla en punta de lanza de la lucha contra la seca del alcornocal es una gran noticia que pone de relieve la importancia de las instituciones públicas a la hora de afrontar problemas que, de forma directa o indirecta, afectan a un número importante de ciudadanos. El latifundio de La Almoraima es de propiedad estatal desde 1983, cuando fue expropiado junto con el resto de propiedades del holding Rumasa, y desde entonces se ha mantenido, con altibajos, como punto de referencia en la conservación de un hábitat singular como es el bosque mediterráneo, el cual se encuentra en grave peligro por las condiciones ambientales adversas. Como contamos hoy en Europa Sur, el proyecto de repoblación de la finca con miles de plantones de alcornoque para recuperar el tiempo perdido en años recientes es un paso clave.
El progresivo aumento de las temperaturas, el descenso de las lluvias, la contaminación y, por supuesto, el hongo fitóftora, están poniendo en peligro los bosques y dehesas de alcornoques y encinas que durante siglos han caracterizado el paisaje de gran parte de la península, fijando a la población en el medio rural. Si no contamos con nuevos y sanos ejemplares de estos árboles capaces de afrontar las nuevas circunstancias y si no apoyamos investigaciones como las que se desarrollan desde algunas universidades, el ecosistema generado en torno al alcornocal desaparecerá de forma irremisible en pocos años. En La Almoraima, de hecho, la recogida de los restos de los árboles muertos, la conocida como curruca, emplea ya a casi tantos trabajadores como los necesarios para el descorche.
No hay tiempo para demoras. El papel de La Almoraima, integrada en el Parque Natural de Los Alcornocales, debe ser clave como motor de desarrollo de Castellar y de todo su entorno. La producción de corcho, los cultivos, la ganadería o la caza son algunas de las muchas actividades ligadas al campo que se desarrollan en la finca, creando puestos de trabajo y cubriendo algunas necesidades que desde el sector privado es difícil de asumir, pero siempre habrá que priorizar -como se proponen los actuales responsables de esta joya natural- la regeneración forestal del alcornocal.
No se puede tampoco perder de vista las oportunidades que este enclave ofrece como punto de referencia del turismo rural de calidad y divulgativo frente a modelos que tan solo ven al visitante como un mero actor pasivo. Si quieren dar un primer paso, sigan la senda y busquen la sombra del hermoso quejigo que se esconde en las inmediaciones del antiguo convento de San Miguel, convertido hoy en hotel.
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