El mundo de ayer
Rafael Castaño
Tener un alma
Pedro Teixeira fue un cosmógrafo portugués al servicio de Felipe IV que se dedicó, por encargo del rey, a dibujar los territorios españoles en el siglo XVII. Creó el Atlas del Rey Planeta, una preciosa obra que se subtituló Descripción de España y de las costas y puertos de sus reinos" y que, como todos los trabajos de esta índole, era una herramienta al servicio del Estado, con la que disponer de una noticia exacta de sus límites para establecer de la mejor manera su gobierno y defensa.
Su obra es preciosista, delicada y llena de detalles, un tanto naif, como se denominó hace un siglo las pinturas de los seguidores de Henri Rousseau, con escasa profundidad, colores planos y un tanto ingenuos, de quienes se decía que miraban la vida de una forma más alegre y optimista. Sin embargo, el detallista Teixeira faltó a su cometido cuando representó las costas del Estrecho de Gibraltar. El lugar era tan peligroso, frecuentado por embarcaciones berberiscas que depredaban la costa y de navíos herejes que cruzaban el Estrecho, que el cartógrafo y su equipo no pudieron realizar debidamente su tarea. Solían visitar los lugares a dibujar, tomando medidas o recabando información sobre el terreno, pero eso no fue posible en el tramo Conil-Tarifa porque ni el enviado del todopoderoso Felipe el Grande se sentía seguro en este confín olvidado del mundo.
Cuatro siglos después, las cosas son diferentes, pero queda un regustillo amargo, como de tiempo no bien aprovechado. Quizás porque, relativamente, estas tierras siguen tan lejos de los centros de poder como siempre. Relativamente, claro. Se tarda un 20% más en llegar en tren de Algeciras a Madrid que en hacerlo desde La Coruña, cuando no hay averías o el cambiador de ancho de vía de Bobadilla no tiene un buen día, estrangulando el potencial del puerto más rentable de España. La autovía de la bahía de Algeciras sufre dos décadas de saturación, sin que haya soluciones a la vista. Los planes especiales para la comarca solo se ejecutan en materia policial, lo que está muy bien, pero resulta absolutamente insuficiente. Estos datos campogibraltareños son solo una muestra del atasco en el que sigue nuestra Andalucía.
Entre tanto, las instituciones siguen celebrando, uno tras otro, los días de Andalucía, con discursos triunfalistas desde la Junta y los ayuntamientos, pero da la sensación de que seguimos a la misma distancia de Europa que siempre. Se magnifican los pocos datos positivos para ocultar las listas de espera de la sanidad pública, los niveles de desempleo, la extrema dependencia del turismo y el resto de malas noticias que la autonomía no ha sabido corregir. Quizás porque Sevilla sigue tan lejos como siempre estuvo Madrid.
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