El mundo de ayer
Rafael Castaño
Tener un alma
Desde que la derecha política andaluza –el PP, quiero decir, aunque no tanto la sociológica– ha asumido los símbolos y un poco las maneras del andalucismo histórico se ha perdido mucha enjundia en esta tierra nuestra. Recuerdo en los primeros años de la Transición lo mal visto que estaba en ámbitos burgueses llevar signos externos que aludieran a la emergente identidad andaluza. Había incluso una cierta agresividad que te hacía temer por tu integridad cuando te referías a la proeza de los andaluces que intentaron durante la República no ser menos que los demás. Catalanes, vascos y gallegos acudían a una lengua diferenciada del castellano para autojustificarse, y como nosotros sólo teníamos acento, además de una dependencia económica y de un latifundio de padre y muy señor mío, no podíamos entrar en el juego. Blas Infante y sus correligionarios lo tenían francamente difícil, tanto que apenas si se contaba con ellos en el concierto de la parcelación del Estado que se estaba emprendiendo. No obstante, sentaron las bases aunque no les diera tiempo a prosperar.
En mi casa y en mi familia se guardaban mucho las formas y se hablaba poco de la tragedia que se vivió en ella y en tantas otras que sufrieron venganzas, represalias y asesinatos de un lado y del otro de las partes en conflicto. Claro que sabíamos de Blas Infante bastante más que casi todos, aunque no mucho. De modo que en los primeros años de la Transición yo estaba en condiciones de hablar del personaje. Cuando me ofrecí, allá por los primeros ochenta, a la directiva de la Casa del Campo de Gibraltar en Madrid para hablar de don Blas y del andalucismo hubo una reacción en cadena que a poco estuvo de llevarme a galeras. Uno de los presentes me espetó un “¿de ese rojo?, ¡aquí no se habla de rojos!”. Hice mutis por el foro al verme completamente solo ante aquella pequeña multitud de fans del progreso. Reconozco, no obstante, que era mucho más divertido que ahora que el PP se ha hecho andalucista y celebra el día de ayer como si fuera el PSOE de años atrás. Mejor así, desde luego, pues en la moderación está el buen gusto. Claro que va a costar tanto trabajo desmontar al PP de Andalucía como costó hacerlo con el PSOE. La verdad es que somos muy conservadores y nos cuesta mucho cambiar. Y como además somos muy escépticos, pues eso, preferimos no meneallo, que se decía en el Ingenioso Hidalgo a propósito de la paella.
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