Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Los grandes estrategas
Les confieso que es difícil dedicarse al derecho internacional en estos tiempos de horror y espanto en las relaciones internacionales. Lamento ser reiterativo en mis columnas y volver casi a repetir el título de la semana pasada, pero lo sucedido recientemente en Gaza con el asesinato por Israel de siete trabajadores humanitarios de la ONG World Central Kitchen fundada por el chef español José Andrés es de una enorme gravedad y todas las voces son pocas para condenar lo sucedido. Estos cooperantes viajaban dentro de la franja de Gaza en vehículos debidamente identificados con el logo de la organización y sus movimientos habían sido previamente informados al gobierno israelí, con el que habían coordinado su actividad de reparto de comida a la población civil. En consecuencia, es difícil pensar que se trate de un accidente.
Este ataque no es un hecho aislado. Más de 200 trabajadores humanitarios han muerto en Gaza desde el inicio de la guerra de acuerdo con un informe reciente de la ONU. La mayoría de la agencia de ayuda a los refugiados palestinos (UNRWA), pero también de Media Luna Roja, Organización Mundial de la Salud, Médicos sin Fronteras, etc. De acuerdo con las convenciones de Ginebra de 1949 y sus Protocolos, estas personas no pueden ser objeto de ataques en caso de conflicto y se establece la obligación de su protección. El desprecio de Israel al derecho internacional humanitario es absoluto al transformar instalaciones hospitalarias en objetivos militares y no distinguir población civil de combatientes. Pero el uso del hambre como recurso bélico supera no solo los límites jurídicos, sino todo principio ético y conciencia mínima de humanidad. Sin duda, esta es la razón del ataque a WCK, dificultar e impedir la distribución de comida entre la población civil palestina. El mensaje es claro, junto a las dificultades de acceso de ayuda humanitaria por tierra y mar a una población que depende completamente de esta ayuda.
Vivimos tiempo de barbarie y sólo nos queda la condena. Ante la incapacidad de actuación de la comunidad internacional y la complicidad de Estados Unidos, que sigue suministrando el armamento y munición a Israel (y no a Ucrania en una guerra legal frente a la agresión rusa), Europa tiene una capacidad limitada de influencia. En ese contexto, la actividad de nuestro presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, es extraordinariamente positiva y valiente a la hora de forzar una voz europea (aunque minoritaria) en el último Consejo Europeo y tratar en su viaje por Oriente Medio de convertirse en un actor influyente en un escenario complejo. Lástima que luego su política exterior sea totalmente hipócrita y apoye la ocupación del Sáhara y represión de la población saharaui. Dos varas de medir en tiempos de barbarie.
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