Andar y contar
Alejandro Tobalina
Rutina
Como en Forrest Gump o en La vida es bella, siempre es importante sacar el lado positivo de las cosas.
Siguiendo esta manera optimista de ver la vida y, sobre todo, buscando recursos de donde no los hay, existe una oferta turística muy peculiar: la de visitar lugares derruidos en busca de una experiencia emotiva y conmovedora. Se trata de experimentar in situ lo que fue y ya no es, casi siempre por razón de la maldad humana. Conocer el sitio donde existió la vida y que ahora se llena de abandono y destrucción.
Y ello en pro de la memoria de lo ocurrido, generando conciencia sobre la tragedia que supone la destrucción de un hábitat de vida. Puede ser una experiencia educativa, sin duda, pero si se visita el lugar con respeto y sensibilidad; lejos de la tentación del selfie morboso.
Ejemplos son las visitas al entorno de la central nuclear de Chernobyl, en especial la ciudad fantasma de Pripyat, llena de maleza y abandono. Un desierto humano con una atmósfera asfixiante y gris. El parque de atracciones con la noria parada, las escuelas o los animales salvajes pululando por las avenidas dejan intuir el horror vivido y que seguirá sufriendo por la radiación.
Otro ejemplo podría ser la ciudad olímpica de Sarajevo, destruida por las guerras balcánicas de los 90, como toda la ciudad durante un sitio que duró cuatro años. Edificios destrozados, bombardeados, tiroteados y las instalaciones olímpicas que pasaron de ser ejemplo de los valores del deporte a una muestra de lo peor del ser humano.
De todo hay que aprender y sirven estos ejemplos para apreciar el corto paso que hay entre la civilización y la vida, entre la destrucción y la muerte.
Y algo parecido se puede percibir en nuestra Algeciras. Si pasamos de la calle Convento a Baluarte, Comandante Gómez Ortega (otrora calle Munición) o Alférez Pérez Villalta podríamos pensar también en que estamos haciendo este tipo de turismo. Estas calles céntricas, que podrían ser parte de un barrio excepcional de casas rehabilitadas y en el mejor ambiente de la ciudad, se halla poblado de parcelas sin construir, de viviendas abandonadas y en ruinas llenas de ratas y de matojos, malamente valladas en muchos casos. Una imagen pésima para una ciudad que a 40 metros se engalana en su carrera oficial estos días. Y sin esperanza que el Ayuntamiento tenga ningún proyecto de rehabilitación o ayudas.
No se si alguien le escribiría nada en estos tiempos a estas calles, quizás Sabina algo melancólico si fuera de por aquí. Dudo que Paco de Lucía en ningún caso reconociera hoy día la calle Munición que vivió, ni que le dedicara unas alegrías de nuevo. Quizá algo más triste.
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