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LA postura del PSOE con respecto a la manifestación de Madrid ha sido cobarde, además de manipuladora y oportunista. Apoya una manifestación en la que se miente llamando genocidio (que es "exterminio o eliminación sistemática de un grupo") a lo que podrá ser calificado como se quiera -brutal, despiadado, desproporcionado-, pero desde luego no como genocidio; se acusa falsa y desvergonzadamente de genocidas a los descendientes directos de quienes sí fueron víctimas del mayor genocidio de la historia; se identifica la estrella de David con la cruz gamada; se apedrea la Embajada israelí; se manipula el dolor por las víctimas; se encubre a quienes comparten responsabilidades en esta tragedia; se vitorea a organizaciones fundamentalistas denunciadas como terroristas por la Unión Europea ("El brazo armado de Hamas, las Brigadas de Izzadine Al Qassam, ha utilizado durante años el terrorismo suicida contra Israel… Con la victoria de Hamas el proceso de paz queda más en entredicho que nunca", decía no otro periódico que El País cuando Hamas ganó las elecciones en 2006); se silencia que el objetivo de la lucha no es el establecimiento de un Estado palestino, sino la destrucción total de Israel; o se gritan centenarias consignas antisemitas ("¡judíos asesinos!") que confunden malintencionadamente religión, cultura, raza y nacionalidad.
En esto el PSOE es manipulador y oportunista hasta rozar lo miserable; pero por lo menos es coherente con la línea, manipuladora y oportunista hasta la desvergüenza, marcada por el propio Zapatero que, en el mitin de Orense, pidió sólo a Israel -y no también a Hamas- un alto el fuego unilateral.
La cobardía que agrava su desvergüenza llegó cuando al día siguiente, y por boca de José Blanco, matizó que el partido "puso objeciones al lema, pero entendía que tenía que estar presente" en la manifestación; a la vez que desde fuentes de Exteriores se daba la españolísima excusa de que "el Gobierno español no puede controlar la reacción de la sociedad española ante la ofensiva israelí en Gaza". Lo mismo hacía el franquismo cuando se excusaba diciendo que no podía controlar la reacción de los manifestantes que asediaban la Embajada inglesa gritando "¡Gibraltar español!". Es sabido que cuando el ministro de Exteriores español le preguntó al embajador si le enviaba más policías, éste le contestó con humor británico: "Bastará con que me envíe menos manifestantes". Así seguimos: el Gobierno español sigue sin "poder controlar" las "espontáneas reacciones" que él mismo, directamente o sirviéndose de sus sayones mediáticos y artísticos, jalea.
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