Confabulario
Manuel Gregorio González
Zapater y Goya
Gafas de cerca
Tras la Reunificación, el pueblo alemán no ha tenido grandes dudas acerca de que, si hay una amplia mayoría de personas que vota bipartidista, y por ello no hay una mayoría absoluta, no se puede dejar fuera del Gobierno a los representantes de una de esas dos partes, por el ecuánime argumento de que el perdedor de hecho representa a la segunda –o primera– fuerza más votada. A millones de alemanes. Angela Merkel, liberal conservadora, gobernó cuatro legislaturas en comandita con su principal oponente, el SPD socialdemócrata. Cuatro Grosse Koalitionen, por el bien del país. O, sencillamente, por no dejar en un limbo a más de una tercera parte de los votantes. Para conchabar con el poder a múltiples bandas, incluidas bandas cuyo cáliz místico es romper el propio Estado, ya están otros sitios más raros.
España, por ejemplo. Un país donde la corrupción que suele acompañar al poder añoso dañó a los alfa–PSOE y PP–, e hizo emerger a partidos epidérmicos a babor y estribor, adalides de verdades que de tan consabidas son mentiras. Impostando el embriagador aroma de la utopía. Estaban limpios, “los nuevos”, y eso parecía conferirles toda razón. Les permitía tirar con pólvora del rey. En el caso de Podemos, hasta el extremo de promover leyes con insospechados efectos perversos (Sólo sí es sí). Como haría un adolescente de manual, la culpa se proyectó hacia otros: primero, los letrados de Cortes; después, la Justicia, que les tiene manía, como el profe de Mates. Como a dos “dulces pájaros de juventud”, la llamada cultura de la cancelación–en forma de votos– ha mandado a la constelación Podemos y a Vox de vuelta al pueblo. Como a un Paul Newman fracasado en aquella película.
En España hacemos “grande” a una coalición por el atajo de hacer inmanejable el número de partes. En Alemania, Gran Coalición significa acuerdo entre los más grandes, pactando ad hoc de continuo y con las minorías: no alcanzando el poder dándoles prebendas a priori, y después en cada decisión parlamentaria. ¿Qué tipo de democracia es aquella que deja de lado a una buena parte de esa ciudadanía y sus votos, para hacer cábalas con quien haga falta, sean afines, contrarios o hasta prófugos enemigos del Estado? Ahora, el PSOE; antes lo fue el PP: cualquier cosa menos pactar uno con otro y otro con uno, ¡anatema! Cabe todo antes. Qué cuele democrático es el tetris del trasiego de lotes a consensuar. Es aritmética de zoco. O de zoo, donde hay todo tipo de especies.
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