Andar y contar
Alejandro Tobalina
Rutina
La otra orilla
Hace un día estupendo, una temperatura agradable, y además es festivo en mi ciudad. Un festivo sin fiesta, claro. Trato de escribir esta columna. Pero llevo atascado un buen rato. Mi intención era llamar la atención sobre la fragmentación de las luchas de transformación social y el retroceso de las libertades y de los derechos humanos en el mundo. Un tema perfecto para joder esta cálida mañana de setiembre. A veces trato de convencer a mis hijos y a otros jóvenes que tengo cerca de la importancia de escoger una trinchera. Ellos me miran con perplejidad y siguen a lo suyo. A fin de cuentas su obligación como vástagos es hacerme caso omiso. Pero yo sigo convencido de la importancia de escoger una trinchera. Dejen que me explique.
Estas generaciones millennials han crecido con muchos derechos y libertades a su alrededor: salud, manifestación, información, sexualidad, movilidad, educación… y un largo etcétera de libertades que estaban ahí cuando llegaron, y que parecían estar ahí para quedarse. No quiero decir que hayan tenido un camino de rosas: han tenido que enfrentar sus propios retos, adaptarse a un mundo hípertecnológico, navegar en un devastado y precario mundo laboral, encontrar nuevas formas de entender la identidad, la sexualidad, restaurar un planeta ambientalmente herido… Que no ha sido fácil, vaya.
Pero está claro que todas esas libertades y derechos que heredaron no se sostienen solos. De hecho observamos como muchos de ellos están siendo cuestionados permanentemente, y que lo de la salud universal, pues vale, pero ni tan universal ni tan salud. O toda esa cuestión del derecho a estar informado, pues también, pero nada mejor que una buena andanada de mentiras oportunas y oportunistas. O el derecho a la educación, pues bueno, pero si lo vamos privatizando a base de masters, postgrados y universidades elitistas pues oye, miel sobre hojuelas.
Por eso, y porque la complejidad de este mundo global no permite estar en muchos frentes, me parece importante escoger un lugar desde el que defender esos derechos y libertades. Ya sea desde el asociacionismo local, desde los sindicatos, desde organizaciones internacionales o desde el espacio político. Alguien me dirá que desde casa, separando la basura, pagando los impuestos y educando con ética a la prole. Vale. También. Por descontado. Pero retos globales exigirán soluciones globales. Y eso sólo puede hacerse desde la colaboración.
Hace un día estupendo, una temperatura agradable. Pero este texto me ha quedado confuso y denso. Lo siento. No soy capaz de explicarme mejor. Sólo sé que me apena pensar que, dentro de unas décadas, tengamos que estar echando de menos los derechos y libertades que no supimos defender hoy. Así que manos a la obra.
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