Manuel Sánchez Ledesma

Der Kaiser

Tribuna

Siempre parsimonioso y con la cabeza levantada, se asemejaba a un general dirigiendo a sus tropas

En México 1970 se convirtió en leyenda en uno de los mejores partidos de la historia del fútbol

Franz Beckenbauer (d) y Johan Cruyff, en el Mundial de 1974.
Franz Beckenbauer (d) y Johan Cruyff, en el Mundial de 1974.

10 de enero 2024 - 18:01

Coincidiendo con el Mundial de fútbol de 1982 celebrado en España, El Corte Inglés realizó una campaña publicitaria en la que algunos jugadores de la selección española (que tantos disgustos darían a los aficionados en el transcurso de aquel infausto campeonato) promocionaban la supuesta comodidad de una determinada marca de trajes de caballero mediante el temerario procedimiento de jugar al futbol con ellos puestos. Así veíamos a Gordillo haciendo tackling con un traje de ejecutivo, a Quini rematar de chilena con una americana de doble botón y a Arconada dibujar una palomita en el aire con un estiloso blazer.

Aunque excelentes deportistas, nuestros seleccionados no eran carne de pasarela, resultando un poco raro el verlos ejercitarse de esa guisa en el terreno de juego. A decir verdad, solo se me ocurría un futbolista tan elegante como para poder haberse dado el gusto de jugar al fútbol vestido de esmoquin: Franz Beckenbauer.

Talentoso mediocampista, fichó siendo muy joven por el Bayern de Múnich, con el que rápidamente destacó por su extraordinaria visión del juego y su precisión en el toque. Pronto pasó a ejercer una novedosa posición en el campo, la de líbero. Jugaba detrás de la defensa, sin responsabilidad de marcas, aportaba en el repliegue defensivo y era el encargado de dar salida al balón conectando con el medio campo y convirtiéndose en el principal artífice de la creación de juego de su equipo.

Siempre parsimonioso y con la cabeza levantada, se asemejaba a un general dirigiendo a sus tropas en la batalla, de ahí el apelativo Der Kaiser (El Emperador) por el que todos le conocían. Con 20 años debutó con la selección en el Mundial de Inglaterra en 1966. Alemania (Occidental) llegó a la final que perdió en la prórroga (con un polémico gol) frente a los anfitriones. Fue el motor de su equipo, marcó 4 goles y le designaron el mejor joven del campeonato.

Hubo que esperar al Mundial de México 1970 para ver a Beckenbauer convertirse en leyenda por su actuación en uno de los mejores partidos de la historia del fútbol, la semifinal del campeonato entre Italia y Alemania. Los italianos marcaron pronto (minuto 8) y resistieron el asedio de los germanos hasta que estos lograron el empate en el minuto 90. Al inicio de la prórroga el capitán italiano Faccheti realizó una dura entrada a Beckenbauer que le luxó la clavícula. Alemania ya había hecho los dos cambios y a pesar del dolor, el Káiser se empeñó en seguir jugando con el brazo en cabestrillo. En media hora de vértigo se marcaron cinco goles, acabando 4-3 a favor de los italianos que, desfondados, caerían fácilmente frente a Brasil en la final. Beckenbauer ganaría el siguiente Mundial en Alemania frente a la Naranja mecánica de Cruyff quien dijo de él: "Es el futbolista más valioso, un jugador ofensivo que juega en la defensa". DEP.

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