Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Los grandes estrategas
La colmena
No son estrategias de marketing. ¿O sí? Ya lo escribió Oscar Wilde hace una vida: “Hay solamente una cosa en el mundo peor que hablen de ti, y es que no hablen de ti”. Voy a hacer un remix de algunas frases lapidarias, con explosivas controversias en las redes como altavoz, que se han cruzado en mi camino en los últimos días. Calamaro se va de Mérida con polémica: “Volveremos cuando Rubiales y Jennifer puedan acercarse a menos de 200 metros y con Amaral mostrando las peras”. Nacho Cano, sobreexpuesto con la promoción de su musical Malinche, tampoco pierde la oportunidad de avivar el incendio: insistiendo en su fascinación por Ayuso (la “salvadora de España”) y alertándonos sobre la “dictadura” en que vivimos. “Es muy fuerte. Esta dictadura se parece mucho a la de Franco. Ya no puedes decir lo que quieras ni pensar cómo quieras”.
En paralelo a estos excesos verbales, claramente provocadores, seguimos sufriendo la estela del caso Rubiales (su dimisión no ha hecho más que descubrirnos los miles de Rubiales –en masculino y femenino– que controlan e intoxican el fútbol en España) y la inteligencia artificial nos vuelve a sorprender saltando a lo delictivo: “Desnuda gratis con IA”. La manipulación de decenas de fotos de menores de Almendralejo (niñas porque los programas nos permite jugar con quien queramos pero es a ellas a quienes desnudamos) nos vuelve a hablar de los riesgos de los avances tecnológicos y de la lentitud (e ineficacia) con que estamos regulando. Mi inquietud es muy sencilla: ¿estamos enfocando bien el problema? Pienso en que, detrás de los desnudos, hay chicos que dicen que no es para tanto: “¡Si ya salen a la calle casi sin ropa!”. ¿No hemos avanzado nada en 30 años? Porque subyace el mismo machismo profundo que recuerdo de pequeña cuando ellos“violaban” porque ellas“provocaban”.
Empecé este artículo para criticar a Calamaro y a Nacho Cano pero voy a hacer un esfuerzo por retirar las hojas del bosque. Según qué temas, cuesta opinar. Según qué público, nos aplicamos la espiral del silencio: mejor pasar desapercibido. Según qué espacio, hacemos de cobayas de ese conocido experimento docente en que el profesor reta a los alumnos: ¿veis esta carpeta roja? Pues es azul. Cada vez que os pregunte, diréis que es azul… Un estudiante entra en mitad de la clase y, ajeno al pacto, también contesta que es azul. La ve azul. ¿Y nosotros? Ilusa, lo sé. Pero de eso se trata, de atreverse a discrepar. No es dictadura ni censura, Nacho. También es libertad denunciar las opiniones racistas, machistas, estúpidas...
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