Diverciencia y educación

La inversión en educación no reluce al nivel de la hecha en una carretera porque la formación es intangible

19 de mayo 2019 - 01:32

Las calles del centro de Algeciras se llenaron los pasados jueves y viernes con miles de estudiantes de la ciudad y la comarca, junto con otros muchos llegados desde diversos puntos de España y Latinoamérica, para participar en las Jornadas de Ciencia en la Calle, Diverciencia. Se contaron nada menos que 1.600 jóvenes en torno a los expositores instalados en la Plaza Alta y el antiguo hospital de la calle Convento, un éxito de convocatoria logrado sin necesidad de reservar el Llano Amarillo para hacer un macrobotellón. Bravo. El mérito hay que apuntárselo a la Asociación de Amigos de la Ciencia y al apoyo que le brindan la Fundación Descubre y diversas instituciones y empresas.

Las inversiones en materia educativa no relucen al nivel de las hechas en un puente o una carretera, fundamentalmente porque la formación de las personas es intagible: un ministro siempre podrá poner una placa con su nombre en la sala de espera de un aeropuerto, pero jamás en el currículo de uno, veinte o tres mil alumnos brillantes. Lo que se dice hincar codos requiere de tesón, silencio, concentración y años de esfuerzo para obtener éxito, pero quienes tienen en sus manos las políticas públicas necesitan inmediatez y presentar sus logros mediante un tweet, una foto en Instagram o en el periódico y un corte de 8 segundos en el telediario del mediodía. Es esa misma dinámica por la que fijamos nuestra atención en un crecimiento basado en lo económico y no en el desarrollo intelectual de las personas. Solemos medir la riqueza de un país en sus kilómetros de autopistas y líneas AVE, en su renta per cápita (en dólares o en yuanes, quién sabe) sin reparar en la realidad existente en muchas de las llamadas naciones desarrolladas: olvidamos que en EEUU las personas sin seguro médico privado caen como chinches y que en China se vive bajo una puñetera dictadura y nubes de polución.

La pasión y entrega mostrada por los chavales y los maestros que han participado en Diverciencia, compartiendo sus experimentos y aprendiendo unos de otros, nos reconcilian con referentes sociales más importantes a los que, sin duda alguna, debiéramos prestar más atención. Los datos expuestos el pasado viernes en el Foro Joly por el consejero de Educación y Deporte, Javier Imbroda, indican que en Andalucía hay nada menos que 240.000 alumnos en riesgo de abandono escolar, lo cual evidencia que no basta con que haya aulas y profesores cubriendo los horarios.

Hace años que España aguarda un gran pacto educativo que garantice la mejora de la financiación del sistema público y trazar un plan que abarque desde las etapas infantiles a las universitarias, pasando por el dominio de idiomas y por la Formación Profesional. El riesgo de una ruptura social a causa del déficit educativo está muy presente.

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