Manuel S. Ledesma

España, sin pulso... otra vez

Ad hoc

17 de marzo 2010 - 01:00

Adiario podemos encontrar en la prensa numerosos análisis sobre la inquietante situación por la que atraviesa el país. De todos los artículos quizás el mejor que yo haya leído -por certero y profundo- es el titulado: España, sin pulso. Lo sorprendente es que el texto mencionado fue publicado en el periódico El Tiempo… ¡el 16 de agosto de 1898! No piensen, sin embargo, que su autor Francisco Silvela -líder del partido conservador- estaba ejerciendo de hispánico Nostradamus en el momento de escribirlo. Silvela se limitó a exponer el panorama español de aquel tiempo y no cabe atribuir sino a que los españoles de ahora somos tan pusilánimes y adocenados como los de entonces, el singular hecho de que sus palabras reflejen con igual agudeza y precisión tanto aquella España que acababa de perder su imperio como esta otra que anda en trance de perderse como nación.

Se quejaba Silvela en su artículo de la indiferencia y la resignación del pueblo español ante la agónica situación nacional tras la derrota en la guerra de Cuba: "Los doctores de la política y los facultativos de cabecera estudiarán, sin duda, el mal: discurrirán sobre sus orígenes, su clasificación y sus remedios; pero el más ajeno a la ciencia que preste alguna atención a los asuntos públicos observa este singular estado de España: dondequiera que se ponga el tacto, no se encuentra el pulso". "Las turbulencias se encauzan, las rebeldías se reprimen, hasta las locuras se reducen a la razón […] pero el corazón que cesa de latir y va dejando frías e insensibles todas las regiones del cuerpo anuncia, al más lego, la descomposición y la muerte".

Aludía el autor a que ni la clase política ni, lo que es peor, la conciencia popular se revelaban contra el hundimiento del país: "Sólo se advierte una nube general de silenciosa tristeza que presta como un fondo gris al cuadro, pero sin alterar la vida, ni costumbres, ni diversiones, ni la sumisión al que gobierna". La pasividad que existió entonces ante "…la guerra civil, la lucha con el extranjero, el vencimiento sin gloria y el dejarse arrebatar sus hijos y perder sus tesoros" es la que existe hoy cuando lo mismo nos ningunean un dictador venezolano que unos gángsteres gibraltareños o unos ridículos piratas africanos. La misma indolencia con que se acogieron los errores, deficiencias e imprevisiones de los gobernantes de aquella época, es la que acompaña a los desmanes políticos que, ahora, nos están llevando a la ruina y al desmembramiento de España como nación.

Un siglo después, el párrafo final de España, sin pulso" no puede tener más vigencia: "Si pronto no se cambia radicalmente de rumbo, el riesgo es infinitamente mayor […] el riesgo es el total quebranto de los vínculos nacionales y la condenación, por nosotros mismos, de nuestro destino como pueblo europeo y tras de la propia condenación, claro es que no se hará esperar quien en su provecho y en nuestro daño la ejecute".

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