Paula Igartua

Estrés postraumático y otras consecuencias piscológicas del Covid-19

Un café con Paula

Piensa en buscar ayuda si tienes trastornos del sueño, pensamientos negativos, despistes o falta de concentración

Paula Igartúa
Paula Igartúa

17 de mayo 2020 - 02:32

Mucho hemos oído hablar estos días en las noticias sobre estrés postraumático, pero ¿qué es realmente? A veces nos parece algo lejano, que sólo pasa en las películas americanas a los veteranos de la Guerra de Vietnam.

Y es que así empezaron a estudiarse los síntomas del estrés postraumático, tras la I Guerra Mundial, cogiendo más fuerza tras los síntomas que se pudieron ver en supervivientes de los campos de concentración nazi o en excombatientes de la II Guerra Mundial, sobre todo en las tropas del Pacífico.

Sin embargo, con la finalización de la II Guerra Mundial y la proclamación por parte de la ONU de los derechos humanos empezamos a preocuparnos por más cuestiones sociales mentales, y se pudo ver que no sólo aparecían el estrés postraumático en catástrofes naturales o batallas bélicas.

Con ello se llegó a la descripción de Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT). Se trata de una respuesta del cuerpo a un evento estresante, breve o prolongado en el tiempo, que se viva como una amenaza a tu propia vida o siendo testigo del peligro que sufre otra persona. El cuerpo reacciona activando su sistema de alarma para poder hacer frente al suceso. Pero ese sistema también hace que memoricemos el evento con mucha intensidad emocional, y para protegernos en el futuro de momentos similares ese sistema se queda activo, en una alerta constante que merma nuestra calidad de vida, pues sigue alerta una vez pasó el peligro. Ejemplos son: vivir un atraco, una violación, presenciar una paliza o vivir un desastre colectivo.

Esto quiere decir que ahora mismo estamos en una situación de emergencia por un desastre colectivo, una pandemia declarada por la OMS. Lo que significa vivenciar un evento devastador de forma repentina, que produce incertidumbre, estrés y dolor emocional. Lo que quiere decir que muchas personas se han visto y se verán afectadas de forma directa o indirecta por el virus, estando expuestas a que su sistema de alarma quede activado como en el estrés postraumático. Pueden ser positivos en covid-19, haber tenido familiares enfermos o fallecidos, tanto por covid-19 como por otra circunstancia y no haber podido despedirse, ser personal de atención en primera línea como los sanitarios, los policías, o el personal de los supermercados. Además, el resto de la población está en constante aviso y visualizando imágenes sobre esos enfermos o sus familias de forma constante, con lo que su historia también puede afectarnos.

Es decir, prácticamente toda la población es sensible a poder padecer síntomas de TEPT. Por eso es tan importante poner en conocimiento de todos los posibles síntomas, para que así podamos observarnos durante los próximos meses, ya que no tienen por qué aparecer tras el suceso, sino que pueden pasar meses hasta que florezcan.

Piensa en buscar ayuda si en el próximo año tienes varios de los siguientes síntomas: pesadillas, despertares o insomnio recurrente, recuerdos muy vívidos o reales sobre el suceso, sentir demasiados despistes o falta de concentración, evitar lugares que recuerden a algo que ocurrió, evitar pensar en lo que pasó, pensamientos negativos sobre ti o sobre el mundo, pérdida de interés en cosas que antes disfrutabas, culpa, estar tenso o al límite, sobresaltarnos fácilmente o tener arrebatos de ira, son algunos de los más comunes.

Debemos saber que el papel del miedo en esta circunstancia, es crucial, adaptativo y nos ayuda a sobrevivir. Para seguir las normas sanitarias necesitamos un mínimo de activación. Esto sería lo más sano a nivel mental.

Sin embargo, al ser el virus un evento prolongado en el tiempo y un peligro “invisible”, nos puede hacer gestionar ese miedo de formas que pueden ser perjudiciales para nuestra salud.

En un primer lugar, sentir la necesidad de controlar más cosas de las que están en nuestra mano, volviéndonos compulsivos y produciendo también otros problemas de salud mental como; trastornos de ansiedad, trastornos obsesivos o hipocondría, un miedo excesivo a contagiarnos.

Por otro lado, una reacción defensiva sería “como no puedo controlar, no controlo nada”, evito el “problema”, no aparece ese mínimo de activación y por tanto siquiera cumplo con las normas de seguridad establecidas, algo que estamos viendo a menudo en la desescalada. En los dos casos existen sesgos cognitivos, es decir, conclusiones sobre el evento que no corresponden a una realidad que nos ayude a adaptarnos.

En resumen, debemos intentar que ese miedo no nos colapse, pero que pueda estar presente mientras sigamos estando en una situación social crítica. Debemos adaptarnos a esta nueva “normalidad”, desde la conciencia de que podemos controlar poco, pero ese poco puede ser todo lo que necesitamos para salir adelante.

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