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Rafael Sánchez Saus
Luz sobre la pandemia
UNA pregunta directa y certera del periodista donostiarra Aimar Bretos, director de Hora 25 en la Cadena SER, ha permitido –al fin– situar la cuestión capital de la campaña electoral vasca en el centro del debate: EH Bildu acaricia un triunfo electoral en Euskadi sin haber renegado de un pasado de respaldo político al terrorismo de ETA. Aunque EH Bildu lo integren varios partidos, Sortu es el núcleo principal, quien marca sus líneas políticas y donde militan sus principales dirigentes: Arnaldo Otegi y el propio candidato a lehendakari, Pello Otxandiano, uno de los ideólogos de disfrazarlo como coalición de izquierda nacionalista amable y centrada en lo social. Sólo hay que ver la evolución estética de las sedes y símbolos de los abertzales para verificar esta operación de blanqueamiento de los filoetarras con el objetivo de asaltar el poder en el País Vasco y Navarra. Su estrategia es de largo plazo, por eso, incluso aunque ganen el domingo en las urnas –en votos y hasta en escaños– tolerarán que pueda reeditarse el pacto PNV-PSE en el Gobierno vasco sin presionar demasiado al partido y al Ejecutivo de Pedro Sánchez, que necesita cada voto de sus múltiples aliados para seguir en el poder. Porque el PSOE de Sánchez ha jugado un papel esencial en que tenga éxito ese plan de convertirse en el principal partido vasco y asaltar la lehenkaritza dentro de cuatro años. Hasta el punto de aceptar fotografiarse en las rondas previas a su investidura con otra figura siniestra de Bildu, Mertxe Aizpurua, condenada por enaltecimiento del terrorismo y actual portavoz abertzale en el Congreso.
La hipocresía es moneda de cambio en política –por desgracia en todo el arco parlamentario–, pero el fariseísmo con el que ha reaccionado ahora el Gobierno a la postura de Otxandiano de eludir considerar una organización terrorista a ETA se sale del canon. Es lacerante ver a la ministra portavoz, Pilar Alegría, calificando esa posición –que es la que siempre ha mantenido y mantiene Bildu, por la que había un consenso de no pactar nada con ellos– de “incompatible con la democracia” o al ministro Óscar Puente decir que está “decepcionado” porque no es el “partido democrático que el PSOE creía”.
Rasgarse así las vestiduras en campaña electoral tras cinco años pactando con Bildu para armar la mayoría Frankenstein que le sostiene en el poder, incluso cuando no es ni el partido más votado, demuestra la catadura moral del sanchismo. Por si quedaban dudas de que las cajas destempladas en campaña quedarán en nada, lo ratificó ayer tarde en Bruselas el mismo Sánchez: ETA es una banda terrorista, pero él seguirá pactando con sus albaceas. ¡Líneas rojas a mí!
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