Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
El balcón
Feijóo no salió a ganar, sino a derogar el sanchismo. Y no ha sido suficiente. Hizo una campaña de improperios contra Sánchez, pero olvidó ilusionar a un país dividido. Tras perder las elecciones de 1996, Felipe González dijo que le habían faltado un debate y una semana de campaña. A Feijóo le ha faltado un debate y le ha sobrado una semana. Todo iba viento en popa. Una catarata de sondeos equivocados hizo crecer la ola del PP hasta tal punto que el candidato popular llegó a cifrar su meta en 166 diputados. Levitaba. Y en la última semana, sus relaciones con el narcotraficante Marcial Dorado, mentiras sobre las pensiones, sus alianzas con Vox y la cobardía al evitar un debate con las otras formaciones nacionales le han bajado a la tierra: no tiene más diputados que la izquierda, no tiene mayoría con Vox y nadie más quiere aliarse con él.
Feijóo creyó que con el cara a cara que ganó tenía suficiente para llegar a La Moncloa. El debate lo usó para golpear a su rival, evitando las preguntas de los moderadores y sin dar pistas sobre sus planes. Ha tenido la suerte que se merece: se limitó a subirse en el cómodo carro del descrédito de Sánchez, confundido él mismo por los sondeos inflados. Y ha sido víctima de un efecto bumerán: por mucho que no guste la altanería del presidente, sus errores y contradicciones, es muy difícil que la gente se crea que un gobernante lo hace todo mal. De la misma manera que es imposible que lo haga todo bien.
(Una festiva anotación al margen: el escarnio al sanchismo tenía un punto débil, en el que quizá no pensaron en el cuartel general del PP; la importancia de llamarse Sánchez. Es el séptimo nombre más frecuente en este país, detrás de los García, Rodríguez, González, Fernández, López y Martínez. Más de seis millones de españoles tienen algún Sánchez entre sus primeros ocho apellidos. Su subconsciente familiar puede haberse agitado).
Ahora estamos en esa fase maniquea en la que los políticos nos dicen qué ha votado la gente. Entre abril y noviembre del 19, el presidente dijo que el mandato claro de los electores era que él debía gobernar en solitario. Había 180 diputados de PSOE y Cs para una coalición con sólo dos partidos nacionales, pero ni Sánchez ni Rivera quisieron. Ahora Feijóo, entre la hipocresía y el cinismo, reclama que gobierne la lista más votada. O sea, lo contrario que se hizo en el 19 en Andalucía, Madrid, Murcia o Castilla León con Moreno, Ayuso, López Miras o Mañueco, o en el 23 en Extremadura y Canarias. Y no, Feijóo tiene lo que se merece. España, por el contrario, no.
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