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Hay algo de serena tristeza que enmarca la ventana. Todo permanece en calma; es el cuadro que observo mientras desayuno. Se mantiene todavía cerrada porque la mañana está fresca. Mientras doy una y otra vuelta a la cuchara dentro del humeante café para que rebaje la temperatura observo las naranjas, intuyo su peso, el esfuerzo de las ramas por mantenerlas y algunas ya en el suelo porque el árbol no aguanta tanta carga.
Cuando hay personas que vienen a casa y me comentan que es una pena que se caigan, yo entonces les repito siempre la misma cantinela y es que no pasa nada porque son naranjas que se comen los pájaros y no me atrevo a decirles que incluso alguna que otra rata, que también tienen derecho a calmar su sed y a vitaminas. No me quedó más remedio que hacerme amiga de ellas. El jardín no es solo mío y si las observas tienen su gracia. No se me coló nunca ninguna dentro de casa, afuera tienen todo lo que necesitan y tampoco es que tenga una comuna.
Hubo una que vivió allí todo el verano. Lo malo era si venía visita y estábamos en el jardín al fresco y de pronto la rata aparecía a cierta distancia ya que nunca tomó confianza y siempre era ella la que solía tener más miedo. Y aparecía para recolectar comida. La he visto coger un aguacate del suelo y llevárselo con su boca arrastrándolo hasta su guarida; trepar de un árbol a otro como una ardilla; recibir visita de algún amigote o amiguita y revolearse por la parte de tierra más fina como una rueda, las dos enganchadas con sus patas, levantando un pequeño reguero de polvo tras el juego mientras mi visita me hablaba de sus cosa y yo apurada de pensar que se diese la vuelta y al ver la estampa se llevase un susto.
Algo que hizo y me gustó menos es que se comió las pocas almendras del árbol que yo las tenía perfectamente ubicadas y que cuando llegó el día de recolectar el puñado, las descubrí todas vacías; la puñetera rata se me había adelantado. Y siento la expresión, pero ahí sí consiguió que me enfadase; yo le dejo naranjas y aguacates y ella a mí no me dejó ni una sola almendra.
Hace varios días que no la veo. No es que la eche de menos pero tampoco ha sido de las peores compañías que he tenido.
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