Andar y contar
Alejandro Tobalina
Rutina
Se instalaron en nuestras tierras, en nuestras desoladas casas, en nuestras miradas perplejas, como si todo hubiera sido siempre de ellos. No entendieron nunca, no quisieron comprender, que nosotros fuimos durante siglos de historia propietarios del suelo que pisamos. Al menos en parte era nuestro, más de nosotros, que de ellos. Se consideraban más fuertes, el dinero que manda en el mundo es de sus negocios sucios o limpios, da igual a la hora de conquistar algo que no les pertenece. Sus padrinos son conocidos como la primera potencia económica del mundo. Construyeron muros a nuestro alrededor, controles por todas partes, encarcelaron a quienes reclamaban nuestros derechos, asesinaron a niños y adultos. El silencio parecía un pacto oculto a nivel mundial. Nadie quería enfrentarse a sus padrinos, ni a ellos.
El terror hizo que fuéramos aún más desgraciados. Los misiles que mataros a inocentes de su país, nos condujo a esta desesperación. Era la excusa perfecta que el genocida estaba esperando para hacernos desaparecer de la faz del mundo. Daba la impresión de que nuestro pueblo estaba de acuerdo con esa matanza. Pues no, no estábamos de acuerdo ni con sus crueldades, ni con éstas, más cercanas. No obstante, sé que es la consecuencia de años de opresión, que para nada justifican la crueldad de los ataques a personas indefensas.
Destruyeron nuestros hogares, pueblos, y ciudades. Nos trajeron a este inhóspito, lugar donde falta espacio para tantos hermanos. Nos condenaron a morir de hambre, de sed. “Es la guerra”, dijo el genocida con las manos, la boca, todo su cuerpo salpicado por la sangre de tantos crímenes. Él, se muestra exultante. Su plan, -nuestra desaparición- es eficaz. También sus secuaces inventan teorías para defender este disparate.
Por fin, ante tantas crueldades, algunos dirigentes han comenzado a estar de nuestra parte. Ha hecho falta mucho tiempo y la muerte de voluntarios que habían venido a ayudarnos a superar esta barbarie. Sé que algunos de los que piden treguas, alto el fuego y que reine la paz, tienen detrás en sus países una industria de armamentos con los que nos están acribillando. Sería bueno, que además de pedir el alto el fuego, dieran órdenes para que no se vendan más armas a los genocidas. La hipocresía en este tipo de conflictos hay que sustituirla por la honestidad y los derechos humanos.
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