Gibraltar, punto y seguido

La negociación del tratado para la integración de la colonia en el espacio único Schengen está en punto muerto y no solo por la celebración de las elecciones europeas

Picardo advierte que el paso de los trabajadores por la Verja puede endurecerse si no hay acuerdo con la UE

Un partidario de la permanencia de Reino Unido en la UE, con una camiseta contra el Brexit, en 2016.
Un partidario de la permanencia de Reino Unido en la UE, con una camiseta contra el Brexit, en 2016. / Julio González

09 de junio 2024 - 02:05

Aunque apenas si reparamos en ello, cada norma que aprueban las Cortes, los parlamentos autonómicos y los gobiernos, al igual que ocurre con la inmensa mayoría de los grandes proyectos que se ejecutan en España, están directamente vinculados a los tratados, las directivas marco y la financiación de la UE. En el caso del Campo de Gibraltar, su condición de territorio periférico de los 27 y fronterizo con Gibraltar hace que los resultados de las presentes elecciones europeas tengan una especial relevancia, más aún tendiendo en cuenta las siempre delicadas relaciones con Marruecos y el tortuoso proceso de negociación sobre el Peñón, que se prolonga desde octubre de 2021.

El acuerdo entre Reino Unido y la UE en torno a la colonia deberá quedar formalizado mediante un tratado internacional que, en lo tocante a las autoridades del continente, deberá ser acordado por la Comisión Europea y por el Parlamento Europeo entrantes tras las elecciones. Formalmente, los comicios han obligado a parar los contactos entre las partes, a la espera también de lo que dicten las elecciones en Reino Unido del próximo 4 de julio, si bien a nadie se escapa que la negociación lleva encallada varios meses en aspectos clave.

El vértigo que produce dar un paso adelante sin posibilidad de dar marcha atrás puede más que la expectativa de un futuro compartido y mejor

Así se colige del balance de la situación que José Manuel Albares y Fabián Picardo han realizado aprovechando el entreacto electoral. A pesar de los arrebatos de optimismo con el que el ministro de Exteriores y el ministro principal se habían despachado en los últimos tiempos, anunciando la buena nueva de la "zona de prosperidad compartida", las posiciones se encuentran muy alejadas.

Un ejemplo -seguramente, el más llamativo pero ni mucho menos el único- es el espinoso asunto del control de las fronteras: el vértigo que produce dar un paso adelante sin posibilidad de dar marcha atrás puede más que la expectativa de un futuro compartido y mejor. No es cierto, en contra de lo afirmado por Picardo en su última entrevista con el Gibraltar Chronicle, que Reino Unido y Gibraltar hayan rechazado a lo largo de las negociaciones la presencia de la Policía Nacional, así como de Aduanas, en el puerto y el aeropuerto llanitos.

Sin detrimento de los controles que las autoridades británicas quieran establecer por su cuenta, el acuerdo de Nochevieja de 2020 ya recogía de forma expresa que el control fronterizo en ambos puntos para la entrada de personas y mercancías en la UE corriese a cargo de las autoridades de España, con el apoyo temporal de Frontex. El objeto de debate a estas alturas era si los agentes españoles estaban tras un mostrador o una mampara más o menos transparente, si vestían de uniforme o de “lagarterana” -como expuso con mucha retranca uno de nuestros negociadores-, pero no el hecho de que ejercieran sus funciones plenamente.

Al final, como ha venido a admitir Picardo, sigue imponiéndose la “reacción alérgica” gibraltareña a la Policía Nacional, el temor a perder un solo milímetro de soberanía. De nada sirven ante el miedo las muchas soluciones imaginativas planteadas o las demandas ciudadanas en favor del entendimiento con sus vecinos. De momento y hasta nuevo aviso, la última línea se ha cerrado con un punto y seguido.

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