Ojo del muelle
Rafa Máiquez
Ya tenemos el lío formado
Se hicieron esperar el pasado jueves más de lo habitual los datos sobre la evolución de la pandemia en el Campo de Gibraltar, después de que en días anteriores se hubiesen publicado cifras atípicas con un bajo número de nuevos contagios. A primera vista parecía que realmente se estaba doblegando la curva de crecimiento de la tercera ola, más virulenta y mortal que las dos previas, pero no era esa la explicación real. A causa de un error informático o de un descuido a la hora de actualizar la información -a esta alturas, aunque parezca increíble, nadie ha ofrecido una explicación oficial- durante dos o tres jornadas se habían dejado de computar centenares casos activos detectados en la zona Oeste de la comarca (Algeciras, Los Barrios y Tarifa) de tal forma que de una tasa de 728,9 contagios por 100.000 habitantes, se pasó de golpe y porrazo a 1.287. En el caso de Algeciras fueron nada menos que 946 contagios más y en Los Barrios, 183. Ambos municipios superaban así la tasa de mil y se situaban en nivel 4 grado 2 de alerta, lo que implica el cierre de bares, restaurantes y comercios no esenciales, uniéndose así a lo que ya sucede en el resto de la comarca, exceptuando Tarifa. No solo es tremendo que nadie haya dado explicaciones detalladas sobre por qué esos nuevos contagiados quedaron olvidados, sino también que no se hayan pedido disculpas por un error que ha condicionado decisiones relacionadas con la salud de miles de individuos. Después de once meses de pandemia, el panorama sigue empeorando y sin vacunas a la vista para la inmensa mayoría de la población.
Ese lamentable episodio ha tenido también consecuencias en la vertiente económica, especialmente en la hostelería. El caso más dramático de todos es seguramente el de Palmones, núcleo gastronómico de la comarca que se ha venido resintiendo, además, por los efectos de los sucesivos cierres perimetrales de los municipios. La inmensa mayoría de su clientela procede de fuera del núcleo residencial y el levantamiento del cerco iniciado el jueves pasado había animado a muchos empresarios a hacer acopio de provisiones para los días venideros. Sin embargo, el repentino aumento de la tasa contagio y el cierre obligado les han dejado al cabo de solo tres días con las neveras llenas, sin comensales y con las facturas pendientes de abono.
La ruina se apodera de la hostelería y del conjunto del sector de los servicios, cuyos empresarios apenas si levantan cabeza, pero que se ven obligados mantener las cotizaciones sociales de sus plantillas. Las administraciones públicas deben tomar conciencia de las consecuencias finales de cada una sus decisiones, de la obligación de rebajar las cargas empresariales, de la conveniencia de reducir a la mínima expresión las tasas y los impuestos y de conceder ayudas.
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