El lanzador de cuchillos
Martín Domingo
Navidad del niño pobre
Tú, seguramente, ya lo sabes. La sociedad va imponiéndonos formas de comportamiento. A veces, es inútil luchar contra ellas porque hagamos lo que hagamos siempre nos alimentaremos con marcas parecidas.
Nos vestiremos siguiendo las pautas de la moda. Adelgazaremos porque está mal visto tener unos kilos de más. Fumaremos moderadamente en lugares permitidos y si no lo hacemos, alguien nos multará. En fin, nos acostumbramos a todo. Y la rebeldía no está de moda y por tanto somos sumisos y dóciles a las nuevas dictaduras. Parece que cada temporada nos imponen además unos tipos a imitar, unos modelos a seguir.
Pero por debajo de lo oficial va discurriendo la vida y en su avance continuo e inexorable va cubriendo el camino de otros modelos muy diferentes: modelos de desgracias, de enfermedad, de falta de trabajo, de desesperación, de soledad. Yo no sé si tú te encuentras más cerca de estos verdaderos o te han perturbado el cerebro de tal modo que no te dejan ver la realidad, pero prefiero imaginar que vives dentro de ti sin imitar a nadie, sin querer parecerte más que a ti mismo.
Prefiero imaginarte rebelde, independiente, y por qué no, agresivo o agresiva. Prefiero imaginarte rompiendo moldes, intentando vivir tu propia aventura, tu personal conquista del Himalaya. Desafiando a la mismísima vida que se burla de todo y de todos.
Yo sé que esta especie de alegato que te ofrezco también está previsto en el sistema por los poderes que realmente mandan. Pero hay alternativa, una salida que no acaban de controlar: se llama contradicción. No la inventes. No es necesario. Solo te pido que abundes en ella. La tienes, la tenemos, es como una marca de fábrica, una denominación de origen. Contradícete y disfruta. No seas lineal, es aburrido y, para colmo, le haces el juego al poder. Contradícete y goza la dicha de estar vivo.
“A pesar de estas evidencias, nuestra arcaica necesidad de seguridad nos empuja a buscar consuelo en verdades tranquilizadoras, tal búsqueda, para el hombre moderno liberado de practicas esotéricas y adivinatorias, pasa a través del avance cognitivo y del razonamiento racional. El cogito cartesiano se convierte así en el instrumento principal para afrontar las propias inseguridades y los propios temores”. G.Nardone- G. De Santis, Pienso luego sufro, p.15
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