Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
Es atronador el silencio de la cúpula dirigente de su partido en torno a las declaraciones realizadas la pasada semana por Esperanza Aguirre respecto al golpe de Estado de julio de 1936. También es curioso el hecho de que grandes cabeceras de la prensa española cercanas ideológicamente a la antigua presidenta de la Comunidad de Madrid apenas hayan publicado nada sobre estas declaraciones, posiblemente conscientes del terreno resbaladizo en el que se mueve. En estas declaraciones la señora Aguirre trató de justificar el golpe de Estado que condujo a una sangrienta y cruel guerra civil y después, a cerca de cuarenta años de una dictadura autoritaria y brutalmente represiva.
El desprecio absoluto a la verdad histórica se puede deber a una total ignorancia de la historia y a una clamorosa falta de formación. Puede ser. No conozco bien el currículo formativo de la expresidenta, pero realmente no lo creo. Más apostaría por intento de tratar de repetir conscientemente y a sabiendas de su falsedad los bulos generalizados sobre la realidad histórica de la II República, la Guerra Civil y la dictadura con una manipulación burda pero efectiva sobre lo que realmente sucedió en este país.
El silencio de su partido sobre este acto tan ignominioso coincide con el intento de reversión de normas que tratan de normalizar en la vida democrática las relaciones con el pasado, ocultas durante quizás demasiado tiempo. A través de las leyes sobre memoria democrática nuestra sociedad buscaba fomentar el conocimiento de las etapas democráticas de la historia de España y mantener la memoria de las víctimas de la guerra y de la dictadura franquista.
No obstante, diversas Comunidades gobernadas por el partido de la Sra. Aguirre en coalición con la extrema derecha están tratando de dificultar la recuperación de la memoria a través de lo que, tal vez con un ánimo provocador, han bautizado como “leyes de concordia” que básicamente tratan de sembrar la discordia en nuestro agitado y polarizado país. A través de estas “leyes de la discordia”, estas Comunidades tratan de imponer una visión sesgada y manipulada de la historia española dificultando los esfuerzos de recuperación de la memoria igualando dictadora con democracia. Parece evidente que la falta de madurez y normalización democrática en algunos sectores de nuestro principal partido de la derecha es un factor extraordinariamente preocupante.
Creo que estos sectores son minoritarios, pero enormemente influyentes. La gran parte de los conservadores en España tienen credenciales profundamente democráticas y saben diferenciar bien una democracia (la II República), un golpe de Estado y una dictadura (Franco). Me temo que recae en ellos la labor pendiente de regeneración democrática que necesitan algunos de sus dirigentes.
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