Opinar al dictado

La libertad (como el honor) es patrimonio del alma y el alma sólo es de Dios, que diría Calderón

08 de febrero 2024 - 00:45

La defenestración de Fernando Savater del diario El País y la consecuente dimisión de Félix de Azúa, destacadas personalidades de la añorada y ya lejana gauche divine (izquierda divina), el primero por aproximaciones sucesivas, han puesto de actualidad lo que bien podría llamarse “opinión al dictado”. En los ambientes universitarios de aquellos movidos años, cuyo santo y seña fue el París del 68, se decía, cuando se hablaba de esa gente guapa de la progresía, que si no llegaban a derramar lágrimas era para que no se les aguara el cava. Savater y Azúa son “cristianos nuevos”, como aquel que dice; conversos, en fin.

El grupo Prisa, del que El País y la Ser son los faros guía, decidió en su día ser el nutriente de esa gauche divine y de las masas adheridas a sus cabezas pensantes; bueno está, pues ha de haber de todo. Cuando la izquierda socialdemócrata crecía a costa de los decepcionados del socialismo real, ahí estaban los de Prisa para satisfacer sus afanes y ofrecerles un papel en escena. La intelectualidad respondió encantada y hasta uno de los jóvenes productos del franquismo y de los flujos joseantonianos, Juan Luis Cebrián, se convirtió en timonel del buque escuela de la armada que iba a navegar por nuestros pesares. Nada sorprendente si tenemos en cuenta la evolución instantánea de Adolfo Suárez, que de ser un día secretario general del Movimiento, soporte ideológico de la dictadura militar del general Franco –hijo predilecto, por lo tanto, del antiguo régimen– pasó siendo, al otro, il conduttore del nuevo. Bien que no habría podido ser de otra forma y así pudo ser como debió ser.

La llegada al poder de Sánchez (¡sin haber ganado ninguna de las confrontaciones electorales en que ha participado como cabeza de lista!) y su muy probable convicción de que todo vale y de que no hay otra que hacerse con los medios, han propiciado un proceder en el que ha sido posible controlar al grupo Prisa. Ahora ya no es cuestión de negocio, sino de instrumento al servicio del autarca. Quedó claro con la designación del recientemente fallecido Miguel Barroso como factótum de los contenidos del grupo. “Alguien dual, que igual sube a los cielos que baja a los infiernos”, según una de sus más íntimas amigas. Desde entonces ya en Prisa, todo sería al dictado, y eso es demasiado incluso para la gauche divine. La libertad (como el honor) es patrimonio del alma y el alma sólo es de Dios, que diría Calderón.

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