Ojo del muelle
Rafa Máiquez
Ya tenemos el lío formado
Desde hace mucho venimos hablando de la necesidad de contar con más policías, guardias civiles y agentes de Vigilancia Aduanera, con mejores servicios educativos, de más inversión en formación profesional y en infraestructuras, de contar -cuanto antes, mejor- con una fiscalidad especial para atraer a las empresas que se vean obligadas a salir de Gibraltar tras el Brexit... Todo ello con el fin no solo de combatir el narcotráfico, sino también de acabar con una situación de supervivencia social asociada al mundo de la droga que ha situado a miles de personas en un callejón sin salida, en una economía circular en torno al delito. ¿Por cuanto tiempo más?
Hace años que el tradicional contrabando de tabaco abrió la puerta al del hachís procedente de Marruecos y, con él, a grupos mafiosos cada vez más numerosos, violentos y con más armas de fuego. No es exclusivo de La Línea. En la apacible Algeciras, la Policía contabiliza en los últimos meses una media de un incidente con arma de fuego cada quince días. Hay preocupación porque los anunciados refuerzos en seguridad para perseguir a los narcos no acaban de llegar y, cuando lo hacen, no es con carácter permanente. Además, ningún partido alude a un endurecimiento de las penas de prisión relacionadas con el narcotráfico y si bien se anuncian otras medidas legislativas a medio plazo, como la prohibición de las narcolanchas, tampoco hay fecha para su aprobación.
Las crónicas cuentan que hace 30 años, la llamada desesperada de una mujer a una emisora de radio fue el inicio de una dura revolución social contra los traficantes de heroína en el Campo de Gibraltar, muy especialmente en La Línea. Aquella voz angustiada era la de una madre cuyo hijo, uno de tantísimos otros, estaba enganchado a un caballo desbocado que acabaría arrastrándolo hasta a la muerte. Se llamaba Micaela Pérez. Al igual que ocurrió en Galicia, ella y muchas otras mujeres salieron a la calle llevadas por la desesperación, sin apenas apoyo institucional y con pañuelos al cuello, color verde esperanza, como única arma para señalar con el dedo a los traficantes, los lugares donde se vendía la droga y los bancos que lavaban el dinero. Los muertos por sobredosis, sida y otras enfermedades asociadas al consumo de heroína se contaban por decenas.
Las circunstancias hoy son otras, pero hay concomitancias con aquel entonces. Ignoro cómo y cuándo podremos erradicar el cáncer del narcotráfico, pero tengo pocas dudas de que las mujeres volverán a ser imprescindibles para ganar esa batalla. Las administraciones deberían empezar a centrarse en ellas porque son las madres y esposas el sostén de las familias desestructuradas por la droga y quienes cuidan de los hijos cuando el hermano o el padre está huido, en la cárcel o quizá muerto. Y porque cuando ellas se deciden a dar el paso, lo hacen con tal firmeza que nadie puede cambiar su rumbo.
No hay sociedad que resista tanto tiempo caminando sobre el filo de la navaja. La plaza de la Iglesia de La Línea volverá a llenarse el próximo martes a las 19:00 con la presencia de miles de ciudadanos de todo el Campo de Gibraltar para reclamar una vez más de nuestros políticos mayor atención para una de las comarcas más ricas y diversas de toda España. Todos estamos convocados.
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