El lanzador de cuchillos
Martín Domingo
Navidad del niño pobre
No significan lo mismo esos vocablos del enunciado. Lo sé. Pero con la escasez de pensamiento que nos circunda quiero creer que, entre unos y otros, existe una alianza: sacarnos de la monotonía, mediocridad y llevarnos al encuentro de nosotros mismos. Atendamos a una frase de Bauman: “La vida líquida es una vida devoradora. Asigna al mundo y a todos sus fragmentos animados e inanimados el papel de objetos de consumo: es decir, de objetos que pierden su utilidad (y, por consiguiente, su lustre, su atracción, su poder seductivo y su valor) en el transcurso mismo del acto de ser usados…” (Vida Líquida, pp. 18-19). No hace falta decir que entre esos fragmentos animados e inanimados estamos los seres humanos.
A lo largo de mi vida he hecho meditaciones de todo tipo, desde las tradicionales en ejercicios espirituales cargados de “tenebrismo”, hasta las más recientes en las que se fusionan elementos del cristianismo y del budismo. He recorrido también con intensidad las propuestas del mindfulness que me han ayudado en muchos momentos de mi existencia.
Me dio claves cuando me desesperaba por meditar correctamente: “La meditación es, en realidad, un gesto interno que permite que nuestro corazón y nuestra mente (…) cobren conciencia del espectro completo del momento presente tal cual es, por el simple hecho de que está sucediendo, en una actitud interna que la psicoterapia ha calificado de ‘aceptación incondicional”. (J.Kabat-Zinn, La Práctica de la Atención Plena, p.71).
De todas estas experiencias, intensas en muchos casos, la más importante para mí ha sido la del silencio. Sí, el silencio propio que entre otros logros me ha ayudado a comprender y respetar los silencios ajenos. “Para fortalecer mi convicción y apuntalar mi voluntad, me centré en lo que estimé que era más determinante: el silencio”. (Pablo d`Ors,Biografía del silencio, p.20).
Meditar no es un acto exclusivo de las personas creyentes. Lo laico también puede llevarnos al ámbito de lo espiritual, la sensibilidad no es un patrimonio privado. Llegan momentos históricos que me temo van a poner a prueba nuestra voluntad de seguir adelante en una lucha continua a favor de los derechos humanos. No estaría demás un poco de reflexión y meditación para abrazar al futuro con esperanza.
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