Pérez-Reverte y los privilegiados

Más de 200 butacas del teatro, un tercio aproximadamente, estaban reservadas para los compromisos del Ayuntamiento

El pasado 14 de diciembre, el escritor, periodista y miembro de la Real Academia Arturo Pérez-Reverte se subió a las tablas del Teatro Municipal Florida para hablar sobre la inspiración algecireña de sus obras El italiano y La Reina del Sur. Junto a él, conduciendo la charla, estuvo otro periodista, Jesús Vigorra.

La cola comenzó a formarse casi dos horas antes de que se abrieran las puertas del teatro. Pérez-Reverte tiene una legión de devotos lectores, pero también, un ejército de seguidores que no han leído un libro suyo en la vida pero se reconfortan con sus dardos certeros sobre cualquier asunto de actualidad. Entre todos ellos llenaron pronto el patio de butacas y abrieron mucho los ojos cuando se levantó el telón. La charla pudo satisfacer a muchos y decepcionar a otros, en realidad eso da igual, porque la frase que buscaban llegó, en el tiempo añadido, pero llegó: “Gibraltar no será español en la puta vida”, dijo, y se hizo un breve silencio que rompió al poco un aplauso. “No puede serlo. Y quizás no deba serlo. Las cosas hay que ganárselas y Gibraltar da de comer a mucha gente en esta zona. Gibraltar es bueno para esta región”, apostilló. Ahí estaba el dardo de Pérez-Reverte que buscaban muchos de los que acudieron a la cita.

Fuera, una doscientas personas no la escucharon. Quizás pensaban que dentro, don Arturo profundizaba sobre sus memorables historias con el Campo de Gibraltar como escenario o sospechaban que ya había soltado la pulla esperada. El escándalo no estaba en el “Gibraltar no será español en la puta vida” que el escritor no pudo ni siquiera explicar. El escándalo estaba en que se habían quedado fuera porque dentro no había sitio. Y no lo había porque la organización había aislado ocho filas (más de doscientos asientos) para sus compromisos. Colocó incluso vallas para evitar que el vulgo ocupase las butacas que estaban reservadas para no se sabe quién. Es normal que en cualquier evento se guarden asientos para las autoridades. Pero, ¿tantos representantes políticos hay en Algeciras? La cita cultural, preparada por el Ayuntamiento en un espacio municipal, era gratuita. Los que ocuparon esos asientos, en realidad, sólo gozaron de dos privilegios: no guardar la cola (entraron por una puerta lateral) y asegurarse que no se perdían la charla sin tener que irse, como el resto, una hora antes. El caso es que nadie protestó. Y podría. Por lo menos para decirle al que la organizó que demostró muy poquita clase, escasa elegancia y mucha tontería. Pérez-Reverte y Algeciras no se merecían un gesto tan estúpido.

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