Envío
Rafael Sánchez Saus
Luz sobre la pandemia
Gafas de cerca
Hace unos días cayeron en mis manos unas columnas de Francisco Umbral. En 1995, desdeñaba a la crítica, a la información y a la actualidad como pilares exigibles al columnismo, un arte menor, y lo de menor es cosa de un servidor, no de Umbral, un Mariano de Larra redivivo para muchos, cabe aventurar que también por él. El madrileño resaltaba otros valores para el artículo de pocos párrafos, por entonces siempre en papel y condenado desde la tarde de su fecha a ser cartucho para el pescado: no había entonces hemeroteca a tiro de clic. A saber: “la subjetividad y la insolencia del Yo (...), cierta audacia, simpatía, violencia, libertad y sorpresa”. En una línea anterior –superior se sabía y soberbio sin duda lo sería–, soltaba sin empacho: “... en los grandes diarios, el columnista en punta se mueve entre el compromiso empresarial y el político”.
En los diarios nacionales, el lector de columnas busca confirmar en sus firmas habituales sus propios juicios y prejuicios –el juicio racional frente al epidérmico–. No sucede igual en una red de locales regionales, un modelo de negocio editorial en el que esos compromisos entre la pléyade gobernante y la economía empresarial de provincias son mucho más diversos y difíciles de alinear, y a la vez más periféricos y cercanos a su audiencia que en esos “grandes diarios”, en cuyo parnaso moraba Umbral, brillando con luz propia. De forma que un equipo de articulistas de esta casa, la familia Joly y sus diez cabeceras, permite, de un lado, una variedad columnista mayor que en los gigantes centrales, no muy dotados por lo general en sus delegaciones regionales, que se nutren, mayormente, de fondos periodísticos capitalinos: aquí puede usted encontrar más disparidad, e incluso antagonismo, y tomaremos esto último como riqueza. Como decía en este diario Manuel Barea hace ya, calculo, unos diez años, desde provincias se puede arrear con menos temor a Putin o al estrafalario presidente USA Donald Trump, ¿le iban a llegar tus descalificaciones sobre sus payasadas o su farmatint rubio radical? No... Ahora, todo está centralizado por los demiurgos de Silicon Valley o Shenzhen, todo se homogeneiza y enturbia.
El domingo reconocí en una abacería a un compañero. Aunque, albricias, me pareció más joven que en su foto en estos diarios andaluces, no tuve duda: era Rafael Sánchez Saus. Que, por abundar en la diversidad y hasta la disparidad, ocupa en su día de la semana la misma pieza exterior en par que Carmen Camacho: lujos de lo heterogéneo. Y es que un plantel de opinadores no tiene por qué ser un batallón de creyentes. Privilegios provincianos.
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