Andar y contar
Alejandro Tobalina
Sincericidas
La cumbre telemática mantenida este viernes por medio centenar de alcaldes de media España en apoyo del desarrollo del Ramal Central ferroviario, que comparten los corredores Atlántico y Mediterráneo, constituye un importantísimo primer paso para poner voz a las demandas de todas esas ciudades en favor de un reparto de las inversiones en el ámbito del ferrocarril mucho más equitativo que el que desde hace décadas se viene dando en España con gobiernos de diferente signo político.
José Ignacio Landaluce, a quien la oposición ha reprochado tantas veces su condición de pluriempleado como alcalde de Algeciras y senador, ha sabido aprovechar de forma eficaz su red de contactos para armar un grupo de presión al que se han sumado regidores no solo del PP, como es su caso o del madrileño Martínez-Almeida, sino también socialistas, como el sevillano Juan Espadas, así como de otras formaciones. Como hiciera antes el presidente de la Mancomunidad de Municipios del Campo de Gibraltar, Juan Lozano (PSOE), cuando criticó abiertamente las escasas partidas destinadas por el Gobierno en los Presupuestos de 2021 a las obras del tramo Algeciras-Bobadilla, Landaluce ha querido escapar del corsé y la jerarquía partidista. Es clave también que a la iniciativa se hayan sumado el resto de alcaldes de la comarca, incluidos los socialistas, quienes más allá de sus críticas al afán de protagonismo de su colega algecireño han sido conscientes de que este partido no podía comenzar sin su concurso.
El siguiente paso será la constitución formal de la plataforma el próximo 21 de enero y la incorporación a la misma de nuevos socios, empezando por varios gobiernos autonómicos y mancomunidades y continuando con las asociaciones de empresarios y sindicatos. También deben sumarse todas aquellas instituciones y colectivos que asisten al retraso que sufre el desarrollo de un ramal clave, no solo para el Campo de Gibraltar y el Puerto de Algeciras, sino para buena parte de esa España vaciada y olvidada que se extiende a ambos lados de una línea que, como una espina dorsal, recorre nuestro país de norte a sur.
Este es el primer jalón para la creación de un lobby que, digámoslo abiertamente, debe ser alternativo al valenciano, el cual nos lleva por méritos propios muchos cuerpos de ventaja. Las inversiones proyectadas desde del Ministerio de Transportes, con el respaldo de la Generalitat de Valencia y de la potente patronal de esa comunidad, se han volcado en la última década de forma descarada en el Levante, primando el desarrollo del Corredor Mediterráneo en su vertiente litoral.
Solos, desde el Campo de Gibraltar, poco se puede hacer por revertir la situación. Establecer complicidad con aliados fuertes, sin colores partidistas pero con inquietudes y problemas similares, es clave para lograr ese deseado giro. Una vez dado ese primer paso, el trabajo realmente duro comienza ahora.
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