Crónica personal
Un cura en la corte de Sánchez
El Rinconcillo es la playa de la vida de miles de algecireños, de veranos que duran tres meses pero que permanecen en la memoria para siempre. Momentos de la infancia y la adolescencia que hacen que sigamos yendo en la madurez para que nuestros hijos también puedan vivirlos.
La playa de El Rinconcillo que yo conocí de niño y adolescente poco tiene que ver con la de ahora. Cuando íbamos andando desde la Cuesta del Rayo había que atravesar las piedras que la separaban de la playa de La Concha o aventurarse sobre el acantilado, con algunos tramos bastante peligrosos para dos mujeres, mi madre y mi tía, con cinco niños de entre dos y doce años.
Al salir del agua había que mirarse los talones por si llevábamos algún resto de alquitrán, que salía con un poco de aceite que el vecino de sombrilla había llevado para aliñar la ensalada.
Luego con diez duros podías tomarte un helado o ir a los recreativos Bahiolas, hoy en día impensable: un lugar repleto de máquinas recreativas, con el suelo lleno de arena y en el que decenas de niños con los bañadores mojados jugaban a las maquinitas. Lo cierto es que no conozco que le pasara nada a nadie a pesar de estas peculiares circunstancias.
La adolescencia ya era otra cosa, se podía disfrutar de la playa día y noche. Por el día, con una mochila con una toalla y poco más. Grupos de amigos enormes, meriendas con batidos de vainilla y círculos rojos y, de vez en cuando, un hidropedal para hacer el cafre, pero solo un poco. Y al caer el sol, de vuelta a casa.
Por la noche llegué a conocer los pubs, Coco Loco, La Proa y el Capri, ya en sus últimos años. Pero lo mejor de todo eran las pinchitás, como aquí se dicen a las barbacoas en la playa. Las primeras sangrías hechas por los hermanos mayores de mis amigos y baños nocturnos, con recogidas ya al amanecer.
Las cosas han cambiado, empezando por su fisonomía. Con el puente del acceso norte al puerto La Concha se integró en El Rinconcillo y ahora tiene más arena que en aquellos años, cuando el mar llegaba hasta la vivienda que hay junto al parque infantil. Los pubs cerraron y no se pueden hacer pinchitás. Y desde hace un par de años tampoco está la icónica araucaria del Bahía. Al menos siguen en pie los ya míticos Casa Bernardo, Botavara, el Bahía, Los Pulpos, el bar Peña o el bar Antonio, que mantienen la esencia de la playa.
La playa sobrevive a duras penas desde hace un tiempo gracias a los aportes de arena, que este año comenzarán antes de verano. Es una solución provisional mientras se redacta un proyecto definitivo para que El Rinconcillo pueda seguir siendo "la mejor playa del mundo", como decía aquel cartel.
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