
Cambio de sentido
Carmen Camacho
Ritual
Algunos me comentan que en mi pueblo no gobierna un partido. Que La Línea 100x100 es más que un partido político, que se ha fusionado en el tejido de la sociedad linense como una fe religiosa. Un amigo mío, socialista, que incluso ha tenido carnet del PSOE, en las elecciones municipales me pidió el voto para Juan Franco. Otra amiga que siempre ha votado a la izquierda (para ella PSOE no es izquierda) me habla con orgullo del gobierno municipal. Otros dos, uno taurino y la otra animalista, defienden a este partido con fe. Es curioso este planteamiento.
¿Será una secta política? La secta normalmente nace de un cisma, de una disidencia. Pienso que este no fue el nacimiento del 100x100, sino más bien que no le importó injertar en su tronco plantones de todo tipo. Algo de valor propio, de trabajo personal habrán tenido para conseguir estos resultados. Un mérito es rebañar el plato de derecha a izquierda, el colocar en el mismo centro a los de arriba y a los de abajo. La Línea sigue teniendo problemas, empezando por el laboral, educativo, cultural, urbanístico, territorial, vivienda, locales para las asociaciones y un largo etcétera. Pero, curioso, la gente está satisfecha.
Si queremos hablar de sectas políticas solo tenemos que echar una pequeña ojeada al panorama nacional. Siempre he pensado que nuestra sociedad la componemos personas distintas. Y que esta diferencia es la que la enriquece. Sin embargo, ahora unos grupos señalan a otros como “un potencial peligro para la comunidad”, es decir como “sectarios”. El “me reúno con todos menos con…” lo plantean todos por igual.
El seguimiento al jefe, líder espiritual o presidente del partido no es que se realice con obediencia política, sino que llega a ser con pleitesía, con sumisión a sus consignas. El líder, o lideresa, tiene su propio aplaudiómetro para su regocijo y mostrarlo como apoyo a sus consignas. El líder hace creer a sus seguidores que tiene una misión especial, que son los que salvarán a España, o al Estado, o a Cataluña. Porque los tenemos de todas las marcas.
Ya nada me asombra en estas sectas políticas. Se cambia de argumento, de creencia ideológica, de planteamientos políticos con más rapidez que de camisa. En la transición se hablaba de chaqueteros, ahora se cambian de un día para otro hasta del color de los ojos sin el menor sonrojo. Mentir es más placentero que sonreír, parte del ideario. Pero todos los integrantes de la secta política siguen con mirada enamoradiza a su líder y su nueva consigna.
Cuidado, el fin de muchas sectas es el suicidio de sus seguidores, de sus correligionarios. El que sobrevive es el líder.
Cada día soy más Marxista, de Groucho Marx. Esto es un pitorreo.
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