Gafas de cerca
Tacho Rufino
Nuestro maravilloso Elon
La tragedia ocurrida en Barbate parece ya diluirse por el ritmo frenético de la actualidad. Las víctimas ahora están siendo enterradas por capas de noticias que dan por solucionado todo lo ocurrido en esta austral localización. Injustamente, volvemos a desaparecer del punto de mira. Es una realidad que nuestros problemas solo son reseñables a nivel nacional cuando son explotables políticamente.
El narco sigue matando, en todos los sentidos. Asesina policías y consume las vidas de innumerables jóvenes que sucumben al cepo del dinero rápido y los “lujos”, todo aderezado con el señuelo de la adrenalina y el estatus que les venden las series que banalizan o edulcoran las organizaciones criminales. Ante esta disyuntiva, no son pocos los que demandan más medios policiales, que es como pedir un cortacésped para acabar con las malas hierbas. Son peticiones justas pero cortoplacistas.
¿Cuál es la raíz de esta situación? Vivir en la zona es ser consciente, poco a poco, de la cantidad de vidas truncadas por este cepo. No me malinterpreten, sé que hay ocasiones en los que no hay condicionantes para adentrarse en este oscuro mundo. Sin embargo, no son pocos los casos que conozco de chavales con un futuro prometedor en los deportes o estudios viéndose arrastrados por su realidad social. Esta historia desgraciadamente no es nueva, ni original. Emilio Santacana, alcalde de Algeciras, lo explicaba ya en 1901: “[..] El contrabando o el hambre. He aquí por qué la represión fiscal firme, eficaz y resuelta, deben venir acompañadas de otras disposiciones resueltas encaminadas a abrir fuentes de trabajo”. La pobreza y el subdesarrollo han sido la constante histórica, el perfecto caldo de cultivo.
“Lo mejor que hizo fue largarse de aquí” es una frase que repite un amigo para hablar de aquellos “pobres diablos” que lograron escapar del cepo. La otra cara de la moneda son los chicos que prometían mucho pero que se rinden por circunstancias personales. Al verlos es imposible no pensar en aquella frase de Calogero en Una Historia del Bronx: “No hay cosa más triste en la vida que el talento malgastado”. Para marginar al narco hacen falta inversiones y desarrollo de infraestructuras, no podemos competir solo con hostelería y fijos discontinuos. La solución es como la Santísima Trinidad, una y trina, inseparables: empleo estable y de calidad, concienciación y más medios policiales.
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