Gafas de cerca
Tacho Rufino
Mágico engaño
En la escala de Richter, es a partir del grado 6 cuando se estima que se pueden dañar estructuras. El reciente terremoto de Marrakech llegó a la magnitud 6.8 y pudimos ver como cercenó la vida de miles de marroquíes y destruyó edificios y construcciones, en muchos casos, precariamente levantados.
Pero el seísmo también ha dañado, aunque sea mínimamente, las estructuras que soportan la omnímodamente poderosa Jefatura del Estado de Marruecos. Ya sabemos que el rey Mohamed VI es un monarca apático, que no tiene interés alguno en ejecutar activamente el liderazgo de su país hacía un futuro más prospero y mejor, se ausenta continuamente de sus responsabilidades, con la parálisis de gobierno que ello produce en un país en el que su palabra es ley.
El rey parece estar solamente interesado en su ocio y descanso. Pasa meses y meses fuera de Marruecos, ya sea por razones de salud, como por otras de índole personal, eso sí, con un dispendio económico brutal, a cargo del presupuesto nacional; y ello sin que el país pueda compararse a otras monarquías árabes, donde la prosperidad nacional no sólo se ha quedado en palacio, sino que se comparte en alguna medida con los connacionales.
Pero esta crisis provocada por el terremoto ha dado pie al cuestionamiento interno del comportamiento del soberano. Fue especialmente criticada su desaparición durante los esenciales primeros momentos tras el terremoto, y por tanto la del propio Gobierno. Y más aún, la denegación a los ofrecimientos de ayuda, recibidos desde Francia o Alemania, entre otros. Tales actitudes y decisiones han encendido la mecha de las protestas y ya no solo desde marroquíes opositores expatriados, sino incluso de jóvenes residentes, a través de sus casi incontrolables redes sociales.
A pesar de ello, y aunque África vive tiempos convulsos de derrocamientos y golpes de estado, es improbable que esto provoque la caída del rey marroquí, pero sin duda algo daña los cimientos de su poder. Y por estos lares ya sabemos cual es la respuesta que estas situaciones ofrece el Gobierno de Marruecos para aliviar la presión interna; aumento de la presión migratoria y activar la reivindicación de Ceuta y Melilla.
Respecto a la inmigración, además se verá aumentada por la crisis económica que se producirá en las zonas afectadas por el terremoto, y también por el propio acrecentado desencanto de la población.
Tampoco el ilegal e injustificado cambio de postura de nuestro país sobre el Sahara bastará a Rabat para olvidar la cuestión. Quizá más al contrario.
El temblor de Marrakech llegó a Rabat, pero seguramente también llegará aquí.
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