Tratado de Schrödinger

04 de junio 2024 - 01:00

Hemos perdido ya la cuenta de cuántos anuncios inminentes sobre la consecución de un tratado sobre Gibraltar hemos visto desde los Acuerdos de Nochevieja (2020/21). El último hace escasas semanas. A pesar de las “buenas nuevas” del ministro Albares, las elecciones en Gibraltar, las nacionales de España, las europeas y, ahora, las del Reino Unido no han dejado de retrasar el fin de las infinitas rondas de negociaciones.

A estas demoras “naturales” hemos de añadir que a última hora les ha dado por involucrarse en este asunto de Estado a la Junta, los empresarios y los agentes sociales. Durante años se han comportado de forma pasiva –o dando por hech– y ahora demandan saber qué se ha hablado. ¿Por qué no exigieron algo durante estos años? Pregunto sin negar que los gobiernos han actuado sin ninguna duda inspirados por la popular frase apócrifa de Otto von Bismarck: “Las leyes son como las salchichas: mejor no ver cómo las hacen”.

El tratado no parece que tenga un fin cercano, lamentablemente es como la paradoja del gato de Schrödinger: puede estar simultáneamente vivo y muerto. A cada declaración del ministro que desvela de forma somera una consecuencia del tratado, ésta es negada desde la colonia. Hasta la medida estrella e histórica –la eliminación de la Verja– se ve en entredicho por diputados británicos, algunos políticos llanitos y ciudadanos gibraltareños, quienes en una reciente encuesta de la televisión pública reflejaron el temor a la eliminación del control, ya que “puede tener un impacto negativo en su seguridad”. Además, mostraban recelos al tratado por la posibilidad de que otorgue a España una “influencia excesiva” sobre el Peñón.

¿Se puede posponer esta situación de limbo histórico, jurídico, económico y social ad aeternum? Mantenernos en vilo parece rentable políticamente. Ya no nos sería extraño si tras las elecciones británicas se anuncia otra prórroga de las negociaciones porque a finales de julio se celebra la Velada de La Línea, “que tan gibraltareña es como linense”, como decían los periódicos hace casi un siglo. Estamos bastante cansados y mareados, retomando una referencia del señor Albares: ya nadie sabe en qué tejado está la pelota. Dada la situación internacional (Ucrania y Palestina) no suponemos una urgencia en ninguna agenda. De momento, estamos más cerca de la “inseguridad compartida” que de la tan mencionada prosperidad compartida.

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