Estrechamente
Margarita García Díaz
Salud y alegría
El lanzador de cuchillos
Urtasun, el tipo que quiere descolonizar los museos, ha anunciado también la supresión del Premio Nacional de Tauromaquia. Se ve que al ministro no le gusta el toreo y que lo considera, además, pernicioso. A mí me pasa lo mismo con Sumar, que tiene tantas carteras en el Frankenstein 2 como votantes en las elecciones; así que intentaré echarlos con mi papeleta en cuanto Pedro me deje, pero mientras tanto me aguanto, con pareado y todo. Otro gallo cantaría si perteneciera al Gobierno de Sánchez que, como se sabe, tiene patente de corso para hacer de su capa un sayo –y de la necesidad, virtud–.
A Urtasun, que es un independentista emboscado, lo que le jode es que las corridas sean el símbolo de España. A él le gustaría que en el extranjero –en realidad, para Ernest, que nos mira al resto por encima del Ebro, el extranjero es Chiclana– nos conocieran por los castellets y los conciertos de txalaparta, pero resulta que los guiris siguen buscando en nuestro país paella, toros y flamenco. Y playas al sol. Será todo lo tópico que tú quieras, pero es mejor aceptarlo; también nosotros vamos a Pisa a hacernos la foto sujetando la torre. Cuando Guardiola –catalán de los que mean colonia– y Xabi Alonso –vasco madridista– ganaron la liga en Alemania, los teutones les homenajearon con el clásico Que viva España, no con una canción de Els Pets ni con el Txoria Txori de Mikel Laboa.
España, sin los toros, es España, pero menos. Y eso lo sabe Urtasun, quintacolumnista del procés en el Gobierno de la nación que, con su absurda y arbitraria medida, ha contribuido –¡qué novedad!– a polarizar más a la ya extremadamente polarizada sociedad española y ha dado otra vuelta de tuerca a la politización de la Fiesta. Se trata, como dijo Cayetana en la presentación de un libro taurino de Rubén Amón, de reforzar el prejuicio de que los toros son el sanguinario divertimento de los señoritos, los pijos y las marquesas y, en cambio, la protección de los animales, patrimonio del pueblo, la gente ilustrada y las almas bellas. Es decir, de la izquierda. El rollo de siempre.
Urtasun prometió convertir la cultura en una herramienta de combate y lo está cumpliendo. Pero en esa trinchera no estarían rojos ilustres como Lorca, Picasso o Alberti. Ni, entre los vivos, Sabina, tomasista confeso. Para vaciar las plazas el Ministro de Cultura va a tener que tirar de Antonio Maestre.
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